Revista Opinión
Macarra es una palabra demasiado insuficiente para definir al Real Madrid, RM.
Habría que inventar una nueva.
Anoche, en la tertulia de El Partido de las 12, todos estaban de acuerdo en que el comportamiento de Mourinho era el de un macarra.
Pero es que allí, todos, menos Pérez de Rozas y Miguel Rico, son madridistas.
Y no es ya que no se atrevan a meterse con el capo mafioso de todas las mafias que, si aprieta un botón, se van a hacer puñetas todos los anuncios de la jodida emisora de los obispos, no, no es sólo eso, es, mucho más, que su canallesco corazón es esencialmente madridista y uno no puede ir contra sí mismo si no se ha vuelto loco.
Tiene que ser insuperablemente doloroso para tipos como el tal Guasch, que lleva en la masa de la sangre el odio a muerte a los romanos como un cartaginés cualquiera, o para el hipócrita del González, o para el melifluo del Castaño, o para ese imbécil integral que responde por Lama, tener que decir por propio impulso y sin que se lo exija nadie que el comportamiento de Mourinho es el de un macarra.
Pero este reconocimiento es como todo lo que hace esta gente eminentemente tramposo, se trata de perder un poco, un adarme casi insignificante, para no perderlo todo que es precisamente de lo que se trata.
Mourinho es un puro accidente, está ahí porque tramposamente, como todo lo que hace, consiguió echar de la Champion al Barça gracias a la ayuda de su socio en los negocios portugueses del ábitro de esta nacionalidad que les pitó en el partido de San Siro, el ínclito Benquerença, pero el macarra lusitano nunca aguanta más de 3 temporadas en ningún sitio porque sus mafiosas maneras sólo dan resultado al principio, antes de que el ambiente se haga irrespirable por sus procedimientos.
La esencia, lo que quedará ahí, cuando se vaya el fantoche lusitano, incluso cuando se vaya el capo mafioso superfascista, si es que alguna vez se va porque ya lo hizo una vez y ha comprobado que ya no puede vivir sin ésta que es seguramente la más dura de todas las drogas, es una manera de ser y de entenderlo todo rigurosamente nazifascista franquista.
Esta gente tiene toda la razón en una cosa, que, como todo lo fascista es por su propia naturaleza absolutamente indiscutible, su fuerza es irresistible, o sea, que si ellos apuntan sus baterías hacia alguien, éste o ésta, si se trata de una entidad, deben de darse por extintos.
De modo que, 1º, fue aquel inefable tipo que se llamó Manolo Preciado, en cuya moribunda cabeza escarmentaron todos esos entrenadores que ahora, vistos los resultados de oponerse a esta gente, ratificados por la cobarde agresión a otro entrenador enfermo de cáncer como era el Pito o Quito o como coño quiera llamarse el jodido tipo al que intentó sacarle un ojo, comen en la mano de este aprendiz de macarra, después, todos y cada uno de los árbitros que le pitaron al RM, a los que no sólo les leía la cartilla relatándoles en sus ruedas de prensa los errores que supuestamente habían cometido en su arbitraje “contra el RM” convenientemente contabilizados por su árbitro de cámara, Megía Dávila, que, 1º, los recibía y agasajaba cuando llegaban a Madrid y, luego, si no le pitaban a favor el suficiente número de penaltis, los señalaba para siempre de tan inicua manera, y no contentos con eso, el supermacarra portugués iba al parking en el que se guardaba el coche del árbitro del día, se sentaba en su capot y aguardaba a que éste llegara para llamarle de todo menos “bonito”, de modo que no tuvieron más remedio, los pobres, que pasarse todo un año, 365 jodidos días, sin pitarle un sólo penalti en contra a esos angelitos que se llaman Pepe, Sergio, AlbeloA, Alonso, Kedira, Marcelo, etc. hasta que, ahora, por fin, han ido a matar al mensajero, o sea al pobre periodista que se ha atrevido a decir por una vez y sin que sirva de precedente una mínima verdad, encerrándolo en un cuarto, como si de un asesino se tratara y rodeandolo una manada de fieras madridistas, con insultos de lo más soez, Mou llegó a decirle que sólo era una mierda, intentando amedrentarle para que les dijera quienes eran sus fuentes. Todo esto el mismo día en que el presidente del RM presentaba a este matarife como si fuera una víctima.
¿Qué va a hacer ahora el RM?
Nada, porque las personas jurídicas no pueden suicidarse físicamente.
En cuanto a su suicidio moral, hace ya mucho que lo cometieron, tanto que ya ni siquiera recuerdan cuándo eran una entidad medianamente decente.
O sea que el RM no es una entidad macarra sino algo mucho peor, cuyo término habrá que ir inventándose porque ahora no existe ninguno con la suficiente capacidad de expresión.