Fecha del Viaje: Abril 2013
Extracto de Mi Diario de Viajes:
…Cuenta la leyenda que en la
región del Mariovo, un príncipe turco se enamoró de una chica cristiana
ortodoxa pero al comprometerse con ella, ésta le dijo que se casaría con la
condición de no construir ninguna mezquita en los alrededores. Por lo tanto, al
suicidarse con una daga por tener al pueblo en contra, el emir turco
cumplió su promesa ordenando no construir ninguna mezquita en honor a su amada
muerta…
La recepcionista del hotel de Bitola
nos presenta a Jovan, el guia-taxista que se conoce como la palma de su mano
toda la región. Tiene un semblante relajado y agradable.
Estamos en ruta y a pesar de
que el tiempo no acompaña, nos sentimos entusiasmados por el paisaje que vamos percibiendo a lo largo del recorrido. El pueblo más lejano se encuentra tan solo a
unos 60 km
pero casi a mitad de camino el asfalto se convierte en pista y la conducción se
hace más difícil.
Paramos de vez en cuando para
hacer fotos, algún que otro perro nos viene a olisquear a modo de saludo, son
los guardianes de los pueblos fantasma de la zona, pues apenas se encuentran
habitados.
Dejamos aparcado el taxi y caminamos
un poco. Jovan nos quiere mostrar la planta con la que se hace el raki, un
aguardiente típico. Viene corriendo con un ramo para que pueda oler su suave
aroma y para que me la lleve de recuerdo. La flor es preciosa, blanca tirando a
rosada. Parece mentira que de esta delicada flor pueda extraerse el raki, de
sabor fuerte parecido al orujo. Agradezco
el detalle a Jovan, que es una persona de semblante joven, felizmente casado
con dos hijos y con una mujer que dice llevar los pantalones en casa porque
gana más que él, nos comenta riéndose.
Finalmente llegamos a Gradesnika,
en un tramo final de montaña rusa. Al principio del pueblo se encuentra el bar
donde vemos a cuatro hombres bebiendo y pegado al este, la famosa iglesia de madera de Sant Nikklas. Jovan pide las llaves
para poder entrar.
Nos adentramos en ella y podemos
apreciar los frescos que se encuentran en esta pequeña pero bonita iglesia. Lo curioso
de ellos es que en su mayoría son pasajes y reminiscencias del demonio.
Subimos por una pequeña escalera
de madera y compruebo que en lo alto de la nave se encuentra lo que andaba
buscando, la del demonio defecando sobre los santos, que un amigo nuestro nos
recomendó no perdernos. Y valió la pena realmente llegar hasta aquí y comprobar
que el demonio también existe en el cielo…es de alucine!
Jovan nos comenta que los frescos
que hay en la segunda planta no son tan antiguos y que fueron pintados por la gente popular.
Lo sorprendente es que se permitiera en la iglesia pintar demonios y de la forma
en la que los estamos viendo.
Recorremos todo el pueblo, ubicado
en una preciosa ladera en el que tan sólo viven unos veinte habitantes, las
casas son muy antiguas de piedra y madera, no disponen de agua corriente. En
otra de las casas en su exterior vemos jabón confeccionado con aceite. Sirve
para lavar la ropa y también lo utilizan para lavarse.
En otra de las casas hay un horno
incorporado que tiene más años de Matusalén y a día de hoy lo siguen utilizando
para hornear el pan. El dueño de la casa sale a recibirnos y su hija se enconde timidamente al vernos llegar. Es escandalosamente rubia y con ojos azules. En otra apreciamos
una estantería con cascos y otros artilugios de la Segunda Guerra Mundial.
La gente joven ha marchado a
Bitola, Prilep y Skopje, la capital. Por lo tanto sólo queda la gente mayor de
60 para arriba, aunque algún fin de semana o en verano se duplica a cuarenta
habitantes.
Por el valle se encuentran
esparcidas varias ermitas que están protegidas con verjas de hierro, incluso
algunas de ellas llevan cerrojos turcos pero permanecen abiertas y van
apareciendo a lo largo del curso del río. Junto a ellas hay unas cuantas
tumbas. Desde aquí se divisa una vista del pueblo preciosa. El invierno debe
ser duro aquí, pues hasta media mañana no ha desaparecido la neblina y hace
frío.
Volviendo hacia el bar, nos
invitan a pasar y tomamos unas cervezas con los cuatro hombres que vimos antes.
Dos horas después seguían bebiendo sentados en el mismo sitio. El hombre más
mayor, de aspecto místico, parece un personaje sacado de la biblia, y es el que
observa, el más callado, nos estudia. Al cabo de un buen rato se une a la
conversación y me enseña orgulloso las fotografías antiguas que hay expuestas
en las paredes del bar que datan de 1939. Son fotos en blanco y negro de los
lugareños, cuando entonces se encontraba más habitado y en donde aparecen con
trajes típicos celebrando las fiestas. Unas fotografías dignas de una
exposición de museo.
Al fondo del bar veo un póster de
una chica en top less con tanga en posición sexy e indico a Jovan que les
pregunte si esa foto también forma parte de la vestimenta típica del pueblo, a
lo que al unisono se rien a carcajadas y brindamos…