Mira que pensábamos que sí, que en 2021 ya sería que sí. Pero resultó que no. De manera que seguimos todos un poco desconsolados, desconcertados y descolocados por la ausencia de festis de los de antes. De los de descontrolarse, desbocarse y desconocerse.
Los ciclos de conciertos son una solución coyuntural. Un patadón palante. El clásico balón colgado a la olla cuando ya no queda otra. El mal menor. No hay despelote posible con mascarilla obligatoria. Es imposible hacer el mal de la misma manera cuando te puedes levantar de la silla.
Así que toca esperar a 2022, en definitiva. Y con todos los grandes festivales cancelados, en estas llega Mad Cool y se marca una campaña sencilla pero bien efectiva. Que resume en unos poquitos carteles lo que todos sentimos cuando perdemos los papeles festivaleando como críos chicos.
Así que Mad Cool tira hacia la colectividad y la nostalgia. "Hay ganas de subir las cuestas de Kobetamendi", en referencia al Bilbao BBK Live. "Estamos ansiosos por tener el mismo cartel", tirándosela a su festi hermano en Portugal, el NOS Alive.
Hay ganas de finde en Benicàssim y también de volver a la Complu -yo sigo soñando que tengo que volver porque me queda una suspensa veinte años después, pero no es por eso, no-. Hay ganas de FIB y de DCODE. Pues claro, ya ves, un porrón.
Menciona también el Mad Cool a Glastonbury, al Primavera Sound, a Coachella. No falta la emblemática Plaza del Trigo de Aranda de Duero, epicentro del Sonorama y, por extensión, de todas las aspiraciones de las bandas independientes de este país.
"Y sobre todo, ganas de volver a estar con todxs vosotrxs. Hay ganas de volver a ver esos brazos levantados". Joder que sí. No sé qué sentirían los 5.000 que vieron a Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi el mes pasado, pero yo creo que el resto de todos nosotros no nos lo vamos a creer. Y eso va a molar.