Eder Peña
Las implicaciones de los Estados Unidos en la geopolítica alimentaria y del agua tienen que ver con el aseguramiento del estatus y liderazgo de las corporaciones que dirigen dicho país. Informes de inteligencia detallan el control de estos ámbitos que, junto a la energía, mantienen una vinculación estrecha y crítica para el tránsito de la civilización humana por los próximos años.
Los informes “Seguridad Alimentaria Global” y “Seguridad Global del Agua” fueron preparados por el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, sus siglas en inglés) estadounidense que reúne, entre otras, a entidades importantes como la Agencia Central de Inteligencia (CIA, sus siglas en inglés) y la Agencia de Inteligencia de Defensa y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, sus siglas en inglés). El objeto era responder a las inquietudes del gobierno respecto a los riesgos que implican ambos temas para su seguridad nacional. En ambos se aprecia la convicción firme de mantener el modelo de desarrollo actual que se basa en un crecimiento económico infinito, tanto como la disponibilidad de recursos que lo apuntalen.
Inseguridad alimentaria: pasos hacia adelante en el borde del abismo
En el informe “Seguridad Alimentaria Global”, publicado en
febrero de 2012, se consideraba que la inseguridad alimentaria aumentaría durante los siguientes 10 años debido a problemas con la producción, el transporte y las perturbaciones del mercado a la disponibilidad local de alimentos, así como el menor poder adquisitivo y las políticas gubernamentales contraproducentes. También se indicaba que los cambios demográficos y las limitaciones de insumos clave como la tierra y el agua podrían agravar el riesgo de trastornos sociales e inestabilidad política en algunos países.
Se consideraba que regiones como África, América Latina y Asia serían amenazadas además por el cambio climático (término prohibido hoy
por la Administración Trump), el clima extremo, los conflictos, las enfermedades, la escasez de recursos, las enfermedades y la degradación ambiental, aun cuando grandes suministros exportables de los componentes clave de la producción de alimentos, tales como fosfatos, potasa, y el combustible de petróleo, provienen de Estados en los que las acciones de conflicto o gubernamentales podrían causar interrupciones en la cadena de suministro con los consecuentes aumentos en los precios. Un extenso ejercicio de neolengua para afirmar que son las guerras promovidas por el complejo militar-industrial-financiero el caldo de cultivo para una reorganización global del mercado alimentario, de la distribución de aguas y de cuánta población accede a recursos vitales.
Aun cuando en el informe se proponía producir más, se afirmaba que el problema está en la distribución. Un tercio de los alimentos producidos en todo el mundo no llega a las mesas debido a las pérdidas y los residuos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los países del norte
desperdician más alimentos en la etapa de consumo mientras que los del sur lo hacen más en las etapas previas.
Se planteaba también que el mayor potencial para aliviar la escasez de alimentos sería a través de inversiones en infraestructura, tecnología y la educación para mejorar la cadena de suministro de alimentos con menos recursos, sin embargo menos del 5% de toda la
investigación y el desarrollo agrícola (I + D) se gasta en la reducción de las pérdidas de alimentos y residuos. El interés académico se centra en la mayor producción, lo que es más rentable para las élites corporativas que, a su vez, dirigen y financian la investigación académica.
Como el modelo agroalimentario gravita en torno al consumo de carne como fuente de proteínas y se prevé un aumento del 85% en la demanda, estiman que para 2025 el uso de semillas genéticamente modificadas (transgénicas) “ganará una mayor aceptación” en la producción de cultivos de alimentos para animales, no alimentarios, e industriales, y reconocen la resistencia en contra de dichos cultivos. El maíz y las semillas oleaginosas (soya, por ejemplo), los dos productos primarios de alimentos transgénicos utilizados y comercializados ampliamente en el mundo, representan más del 70% de los suministros de alimentos para animales de todo el mundo y una
alta huella ecológica.
En la sección que trata sobre las implicaciones para los EEUU de todo esto, se considera la importancia de alinearse con aliados de larga data así como con nuevos socios. El enfoque consiste en fomentar la libre circulación de los fertilizantes, la energía y los servicios relacionados con los alimentos y equipos de acuerdos comerciales globales. En este sentido cabe revisar el rol de aliados como las transnacionales que se apoderan de la agricultura industrial luego de las recientes
megafusiones agrícolas, y su casi total privilegio de decidir, por encima de los Estados-nación, sobre la matriz productiva de grandes regiones y las tecnologías que deben ser empleadas para aumentar la producción de alimentos y por ende los beneficios financieros.
En sus expectativas EEUU espera mantener el liderazgo vendiendo tecnologías, siendo bastante conocido el poder político que ejercen empresas como Bayer y Monsanto en la
privatización de semillas, así como de su monopolización. Agrega el informe “Seguridad Alimentaria Global” que los países en desarrollo esperan que los EEUU adapten sus operaciones de desarrollo agrícola para aumentar sus capacidades limitadas y utilizar las tecnologías de primer mundo, lo que implicaría una
profundización de la llamada Revolución Verde basada en subvencionar fuertemente los pesticidas y fertilizantes químicos, homologando a los países pobres en maquilas del agro extreman las condiciones de miseria y pobreza de los nacionales.
Se reseña que, aunque 40 países han reducido la pobreza a la mitad, en regiones como África Subsahariana sigue creciendo (de 290 millones en 1990 a 414 millones en 2010) mientras que 127 multimillonarios serán sus socios al donar la mitad de sus fortunas a proyectos de seguridad agrícola y alimentaria.
La oferta y la demanda del agua
Como es evidente, la seguridad alimentaria está fuertemente ligada a la disponibilidad de agua y de energía. Aun cuando la demanda mundial de agua dulce aumentará el suministro, no seguirá el mismo ritmo. Más de mil millones de personas viven actualmente en regiones con escasez de agua. El Banco Mundial estima que 3,5 mil millones podrían experimentarla en 2025. La agricultura consume el 70% del suministro mundial de agua dulce, y el 40% de la agricultura mundial depende de riego.
Varios países de Asia, América del Norte, África, y casi todos los países de Oriente Medio y el Norte de África, han bombeado sus aguas subterráneas, y la extracción ha sido mayor que la reposición, según investigaciones, por ello su producción agrícola podría verse limitada en los próximos 10 años y dependerían de los mercados globales.
En el informe “Seguridad Global del Agua”, publicado en septiembre de 2015, se evalúa que durante los próximos 10 años los problemas del agua contribuirán a la inestabilidad en Estados importantes para los intereses de la seguridad nacional de EEUU. Aunque la escasez de agua, su mala calidad y las inundaciones por sí solas no traerían problemas políticos, causarían mayores perturbaciones sociales en combinación con la pobreza, las tensiones sociales, la degradación ambiental, el liderazgo ineficaz y la debilidad de las instituciones políticas. Aunque el informe insiste en que los conflictos por agua terminan más en acuerdos que en violencia, consideran que pudieran aumentar los objetivos terroristas que incluyan el agua.
Bajo esa jerga tecnocrática encubren y promocionan que las consecuencias del modelo de explotación capitalista en su fase globalizada, sería resuelta con un “nuevo” enfoque de cooptación y saqueo de recursos alimentos e hídricos, que transformados en un activo financiero y comercial, solidificarán las fronteras entre países pobres y ricos potenciando la conflictividad geopolítica.
Hay una relación directamente proporcional entre el uso de agua y la extracción tanto de productos agrícolas como de materia prima: no se visualiza ninguna tecnología de punta que reduzca la demanda industrial de agua. Por otra parte, algunas regiones ven limitaciones en su energía hidroeléctrica debido a las sequías, tal como pasó en Venezuela en 2016 durante el
fenómeno “El Niño”.
Son claves los escenarios de cambio climático global al aumentar la disponibilidad de agua en los trópicos húmedos (20% a 40%) pero disminuiría en algunas regiones secas en latitudes medias y en los trópicos secos. La deforestación y el efecto regresivo del calentamiento global sobre los glaciares y nieves reducen la oferta. Sin embargo, el informe refiere que el crecimiento económico generaría un aumento en la demanda de agua dulce debido al aumento de la población mundial a 8 mil millones de habitantes, una migración a las ciudades con demandas cada vez mayores para el uso doméstico e industrial y cambios en los patrones de consumo humano al aumentar el consumo de carnes y disminuir el de granos.
La posición del documento respecto a la privatización del servicio es cautelosa, reconoce los beneficios de la gestión gubernamental y el riesgo de conflictos sociales debido a la vulnerabilidad ante las “fuerzas del mercado”. También propone que se actualicen o implementen acuerdos de cuencas hidrográficas internacionales, un transformación de la institucionalidad internacional, “que disminuyan y eviten” conflictos regionales.
Entre las implicaciones para los EEUU, el informe menciona su papel en el desarrollo de modelos hidrológicos y la vigilancia del medio ambiente a distancia y su apoyo (injerencia) en los acuerdos internacionales.
Un diagnóstico preciso con una premisa difusa
El diagnóstico de ambos informes es claro: vamos hacia una escasez de recursos vitales como los alimentos y el agua.
La ONU ha reconocido que 2.100 millones de personas (ubicadas en los países pobres del sur global) en la actualidad carecen de acceso al agua, mientras en que en renglón de los alimentos la cifra se acerca a lo 1.000 millones de personas sin acceso, una situación que tenderá ampliarse debido a la sobreproducción y el uso del recurso hídrico para sostener la mega industria alimentaria. El documento emitido por estas agencias prevé que la situación se agudizará, por lo que el control (geopolítico, financiero y tecnológico) de esos recursos es en extremo necesario para sostener el estatus de potencia, a medida que sobreexplota regiones del planeta que dejarán a sus habitantes una polvareda como territorio.
El documento plantea la premisa de un crecimiento ilimitado. Los riesgos que reseñan han aumentado mientras se ha radicalizado la lógica de acumulación por desposesión, esto es: mucho del discurso conciliador y hasta “progre” presente en tiempos de Barack Obama ha mutado en una mayor participación de las corporaciones y entidades financieras estadounidenses que articulan distintas formas de mercantilización y privatización en un modelo de desarrollo desigual.
Este modelo es voraz y, en tiempos en los que casi todos los recursos han alcanzado un pico, se les hace inminente profundizar la guerra y lograr la hegemonía política para el control sobre los recursos que definen la vida. Y Mad Max es la utopía de las grandes corporaciones.
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