Entretenida tercera parte de los animalillos de Madagascar en la que, conforme la historia va siendo más disparatada, va perdiendo a cierto público que ganó con la primera y segunda partes.

Recomendada para los más tiernos infantes porque con lo trepidante de los acontecimientos no existe un instante de respiro con el que cansarse o aburrirse. En cambio para público más talludito, la sobrecarga y los excesos del argumento y lo desquiciada que llega a ser la acción pueden producir el efecto contrario.






