Hacía un montón que no iba a la ópera, pero la verdad es que la temporada de este año no me llamaba demasiado la atención y, cuando lo hacía, no me cuadraban los horarios.
Madama Butterfly sí, es una de esas óperas que tenía en la lista de ver al menos una vez en la vida y, como siempre, tuve la suerte de encontrar unos asientos envidiables.
De Puccini ya había visto Turandot, que me encantó a nivel musical, pero cuya escena vanguardista no me convenció. En este caso, me gustó a nivel musical, pero he escuchado óperas que me han gustado mucho más, mientras que la puesta en escena me pareció genial.
Está ambientada en los suburbios de una ciudad japonesa, con toda la pobreza que eso implica. Decorado con carteles publicitarios (que a veces destapan una pantalla de vídeo) y vendedores ambulantes, la escena se sitúa a dos alturas principales y también se juega con el piso superior de la casa.
La actuación de Saioa Hernández y Matthew Polenzani fue soberbia, y el drama de esta historia de explotación sexual e ilusiones de una joven asiática por una vida mejor me parece muy potente, así que sí, merece mucho la pena.
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