En Europa hay tres grandes potencias: Gran Bretaña, Rusia y Madame de Staël.Fue hija de Jacques Necker, ministro de Luis XVI, y de Suzanne Curchod. Desde pequeña asistió al salón literario de su madre y asombró con su inteligencia y oratoria a todas las personalidades que acudían a debatir sobre literatura, filosofía y política.
"Al inteligente se le puede convencer; al tonto, persuadir".
Siendo aún una jovencita se casó, siguiendo las órdenes de su padre, con el barón de Staël-Holstein, embajador suizo en Francia. Fue un matrimonio de conveniencia: a su familia le convenía el título nobiliario y a él, la fortuna de los Necker. Aunque hoy en día, la mayoría de las personas creen que el amor debe ser el verdadero motivo del matrimonio, durante muchos siglos esta fue una idea minoritaria. Germaine, que sabía lo que era casarse obligada, defendió durante toda su vida la libertad de escoger a la persona amada y la igualdad de la mujer y el hombre dentro del matrimonio. No utilizó su legendaria elocuencia para criticar a su marido, ya que él le dejaba hacer su propia vida y se desentendía de sus relaciones extra conyugales. Deseosa de limitar el poder del despotismo monárquico, apoyó en los primeros momentos la Revolución francesa y fue partidaria de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano que la Asamblea Constituyente aprobó en 1789. Pero pronto descubrió que ese “hombre y ciudadano” del título, no era genérico. Los revolucionarios no dejaban de hablar de derechos y libertades, pero solo para los hombres, las mujeres continuaban relegadas al ámbito doméstico. La decepción entre el género femenino fue tal que Olympe de Gouges respondió con la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana en 1791 donde interrogaba de esta forma: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta”. Fue condenada a morir en la guillotina. Subiendo al cadalso pronunció sus últimas palabras: ”Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?”.Carta de Mme de Staël a Mme
de Récamier. Germaine dijo en una
ocasión: "La murmuración se parece
al humo porque se disipa pronto,
pero ennegrece todo lo que toca".
Cuando María Antonieta también fue condenada a morir guillotinada, Madame de Staël salió en su defensa. No consiguió salvarla, pero, en cambio, logró librar a muchos otros de morir en los brazos de madame guillotine. Supo anticiparse a la llegada del Terror y marcharse a tiempo de salvar la vida. Atrás quedó su legendario salón, que había sido el principal centro literario, político y filosófico de la capital. Madame de Staël se retiró a Coppet, Suiza. Continúo con su actividad literaria y abrió otro salón donde, de nuevo, se dieron cita los mayores intelectuales de la época. Allí se reencontró con Benjamin Constant a quien conocía de un viaje anterior, y que se convertiría en el amor de su vida. Con él mantendría una larga, pero tormentosa relación.Tras una breve estancia en París tuvo que exiliarse de nuevo, pero en 1797 ya estaba de vuelta y pudo reabrir su salón. Poco después murió su marido, de quien llevaba tiempo separada.
"Los hombres no cambian, se
desenmascaran". Madame de Staël.
Varios ejemplares de "Delphine".
Son muchas las obras que escribió Madame Staël, pero fue Delphine, la desencadenante de su exilio. Con esta novela de corte feminista, inaugura el Romanticismo en Francia. En ella expone abiertamente sus ideas sobre el amor, defiende la libre elección de la pareja, critica los matrimonios de conveniencia y a la sociedad de la época y denuncia la pérdida de derechos de las mujeres. En Francia causó un gran revuelo y fue tachada de antipatriótica, pero triunfó en toda Europa.Germaine volvió a su salón en Coppet, único lugar de la Europa Napoleónica donde se le permitía vivir, y lo convirtió en un referente internacional. Constant permaneció a su lado unos años más, pero terminó por casarse con otra. Madame de Staël le correspondió de igual forma y contrajo matrimonio con Alberto de Rocca.No dejó de viajar y de escribir. En 1807 publicó Corinne o Italia, su obra más famosa. Aquí aprovecha para defender la inteligencia femenina, su sensibilidad superior y exigir la igualdad en la educación. Esta obra tuvo una gran influencia en las escritoras de la época y supone un cambio en la narrativa que marcará todo el siglo XIX. La protagonista, una mujer extraordinaria, tiene que enfrentarse a la incomprensión y la presión de la sociedad. Muchos ven en Corinne un rasgo autobiográfico que la misma autora parece confirmar en una de sus declaraciones:Cuando uno escribe para satisfacer la inspiración interior del alma, uno da a conocer por lo escrito, aun sin quererlo, hasta la más mínima fibra de su ser y de su pensamiento.
En 1810 escribió De l’Allemagne, obra influenciada por los románticos alemanes y que popularizó el movimiento en Francia, donde eran unos desconocidos. Goethe se deshizo en alabanzas, pero nada impidió que Napoleón secuestrara la obra y quemara los 10.000 ejemplares preparados para su publicación. El gesto de Bonaparte solo retrasó lo inevitable, pues un juego de pruebas se salvó de la destrucción y, puesto a buen recaudo, se publicó en Londres tres años después, consiguiendo un enorme éxito.
En cierta ocasión alguien le preguntó a Madame de Staël:
“¿Por qué las mujeres bonitas tienen más éxito entre los
hombres que las inteligentes?, y respondió: “Muy sencillo:
hay muy pocos hombres ciegos, pero abundan los estúpidos”.
Madame de Staël no cesó de denostar a Napoleón desde su exilio y él le respondía con furiosos mensajes sin tregua y prohibiéndole toda publicación. Ya no estaba segura en ninguna parte y las pesadillas se sucedían imaginando que su enemigo ordenaba matarla. Solo la caída de Napoleón en 1815 le devolvió la tranquilidad y le permitió regresar a París, como era su deseo más anhelado. Allí reabrió su salón, que volvió a llenarse de intelectuales y políticos. Pero su dicha duró poco tiempo. El 14 de julio de 1817, hace ahora 200 años, la vida de Madame de Staël se apagó y sus hijos cerraron el salón para siempre.
No sé exactamente que debemos creer, pero debemos creer. El siglo XVIII no hizo más que negar. El espíritu humano vive de sus creencias (…) Creed en algo.