Edith Wharton nos trae en Madame de Treymes un complejo juego- de verdades, mentiras y medias verdades, de fingimientos y apariencias- envuelto en un ambiente cerrado, clasista, snob en el París de clase alta y vieja escuela de los primeros años del siglo pasado. Esa clase elitista, con sus ademanes de la vieja Europa, la hipocresía disfrazada de refinamiento y sofisticación se hace más evidente que nunca en el contrate que establece con el americanismo de los que llegan del otro lado del océano. En esta oposición Europa-América el lector tiene la impresión de estar asistiendo a la puesta en escena de una de las obras del gran escritor y amigo de Wharton, Henry James. Madame de Malrive, de soltera Fanny Frisbee, es una mujer americana asentada en París desde hace unos años, casada y separada del mujeriego marqués de Malrive y con un hijo. Su compatriota americano, John Durham, al que ya conoció de joven en América, está enamorado de ella y Fanny le corresponde pero...
"- '¿Su poder? ¿Qué poder?- interrumpió con un desdén irreprimible-. ¿Quiénes son esos espantajos cuyas maquinaciones van a detener el curso de la justicia en un país relativamente civilizado? Tú misma me has dicho que monsieur de Malrive es el que con menos probabilidad te cree problemas, y los otros son su tío, el abate, su madre y su hermana. Semejante cuadrilla no me asusta demasiado. ¡Un sacerdote y dos mujeres contra mundum!
Ella negó con la cabeza.
Ella, a pesar de estar separada ya del marqués por reincidentes motivos, se siente atrapada en la teleraña que sobre ella pende, la telaraña de la familia política, de sus amigos y su mundo, de ese grupo cerrado que se mueve al unísono al menor movimiento intruso, que no permite dejar resquicio alguno por el que se pudiera filtrar savia nueva, nuevos modos e ideas, nuevos mundos. La familia, los privilegios de clase, el poder y el control son un solo ser, una única entidad a preservar.- No contra mundum, sino con él, todo su mundo les respalda. Se trata de esa solidaridad misteriosa la que no puedes comprender. No se puede saber hasta dónde llegan o en cuántas direcciones. Yo nunca lo he sabido. Siempre han surgido de improviso donde menos los esperaba."
Para volver a casarse ella necesita el divorcio y Durham, que no acaba de entender del todo los miedos e inquietudes de Fanny, se ofrece como mediador para intentar conocer las ocultas y secretas intenciones de la familia, católica y opuesta al divorcio, por tanto. Entrar en contacto con Madame de Treymes, cuñada de Fanny, cambiará su punto de vista pero al mismo le dará la oportunidad de afianzarse, de reafirmarse. Logrará salir victorioso habiendo perdido. Curioso, ¿verdad? Y mientras un personaje emite un sollozo final, el lector se permite dibujar en su rostro una sonrisa burlona y triunfal.
Os dejo este enlace por si queréis leerlo, como yo, en inglés. Si preferís disfrutarlo en castellano, lo ha publicado no hace mucho la prestigiosa Editorial Impedimenta. ¡Gracias por compartir!