Revista Cultura y Ocio

Maderuelo en su rincón

Por Zogoibi @pabloacalvino
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En otro de mis viajes moteros sin destino, salgo de Madrid más ligero que nunca de equipaje y con una sola idea como guía: dejar atrás el calor que ya en junio suele señorearse de la meseta castellana.

Pasado Somosierra –aún ventoso y frío, con sus nublados– me aparto de la inhóspita autovía en Boceguillas y empiezo a culebrear rumbo norte por las carretras locales, que ensartan los pueblos como desiguales cuentas de un collar. Los  nombres desgastados y sonoros, un día llenos de significado, dicen una España campesina que ya nadie comprende: Grajera, Pajarejos, Bercimuel, Fuentemizarra, Valdevarnés…

En la antigüedad, todas estas tierras fueron habitadas de los arévacos, pueblo celtíbero, y conquistadas por los árabes durante la alta edad media. Recobrólas en el siglo X el poderoso Fernán González, conde de Castilla, y en el mismo siglo  fueron perdidas de nuevo al moro Almanzor.

Voy llegando al cauce del Riaza, donde construyó Franco un embalse al que llamó de Linares en memoria del pueblo que quedó sepultado bajo sus aguas. En la cola del embalse, encajado en sus meandros, hay un risco afusado y sobre el risco un pueblo que se llama Maderuelo. En el pueblo hay una iglesia dedicada a Santa María y en la iglesia se guarda la momia –dicen– de una niña hallada incorrupta en algún lugar de los alrededores; pero yo no la he visto.

Iglesia de Santa María, cuyos arcos laterales dan acceso a sendas calles de Maderuelo

Iglesia de Santa María, cuyos arcos laterales dan acceso a sendas calles de Maderuelo

Castro Maderolum, vieja villa medieval amurallada, sestea. Nadie camina por sus calles milenarias detenidas en el limbo del tiempo, y sólo algunos coches (aparcados en los lugares más importunos) revelan que aún vive gente aquí. Al andar, los tacones de mis botas golpean con sordo ruido las calles de breve sombra. El sol parece aplastar los sonidos.

Portillo de acceso norte a la villa amurallada

Portillo de acceso norte a la villa amurallada

Fue el conde Sancho García quien, en el año 1010, recuperó de los moriscos este castro, que andando los años cobraría gran relevancia militar y obtuvo el raro título de Villa y Tierras, con una veintena de aldeas y una docena de iglesias parroquiales bajo su jurisdicción. Diócesis de Osma. Pero a partir del s. XIV fue perdiendo habitantes, pasó por las manos de varios señores y quedóse, como tantos otros pueblos, atrapado en el medievo hasta mediados del s. XX, cuando el pantano le asesta un golpe definitivo al inundar muchas de sus tierras y dejarlo casi despoblado.

Reconstrucción de una catapulta para ser usada en los festejos

Reconstrucción de una catapulta para ser usada en los festejos

Encaramado sobre su espolón rocoso, desde donde se asoma al embalse (del que, cuando el nivel está bajo, emerge limoso y fantasmal el viejo puente romano), parece hoy un decorado medieval de anchas plazas, calles largas y rincones escondidos, que mis pasos van recorriendo con una lentitud algo onírica. Sueño parece este lugar, y en sueños se halla. Una catapulta reconstruida sobre la muralla que da al río habla del esfuerzo de sus pocos vecinos por animar su localidad, pero las traseras de las calles, con sus casas en ruinas, cuentan otra verdad: Maderuelo (¡y Castilla también!) se viene abajo cuando aún parecen resonar, en la mampostería y adobes de sus añosas paredes, los ecos de los carros y las herraduras, las caballerías, las gentes que aquí nacieron, vivieron y murieron.

En las traseras de las calles principales, el pueblo va quedando en ruinas

En las traseras de las calles principales, el pueblo va quedando en ruinas


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