Una de las consecuencias de la profesionalización de la mujer ha sido la dificultad para formar una familia. No quiero decir con esto que las mujeres que trabajamos estemos negadas para la maternidad, pero tampoco podemos ignorar el hecho de que cuando una mujer trabaja y se siente a gusto en su trabajo, va dejando el embarazo para más tarde. ¿Qué pasa entonces? Pues nada, que ahora es mucho más común que la mujer llegue a los treinta y muchos… y permanezca soltera y sin hijos.
Pese al insistente tic-tac del reloj biológico, la idea de retrasar el matrimonio y la maternidad no es para nada descabellada, al contrario, en estos tiempos es más meritoria la realización profesional. Pero el otro lado de la moneda nos ofrece una cara un tanto amarga: Esperar demasiado tiempo para tener hijos también puede traer consecuencias.
Después de los 30 es recomendable que la mujer se realice un examen completo para descartar la presencia de alguna enfermedad. Se ha demostrado que lo importante para la evolución favorable del embarazo no es la edad de la madre, sino el estado de salud preexistente al embarazo. A medida que avanza la edad es más probables presentar enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión arterial, las cuales pueden repercutir de manera negativa en la gestación. De ahí la importancia de un control prenatal temprano y adecuado, para realizar un diagnóstico precoz y prevenir complicaciones.
Otro aspecto que debemos tomar en cuenta antes de planificar la familia es el agotamiento físico. Seamos realistas, no es lo mismo criar a un hijo a los 35 que a los 50. Para muchas mujeres estar todo corriendo detrás de un niño puede resultar agotador y, si a eso se le suman los días sin dormir y las horas laborales, no hay bebida energética que las mantega despiertas.
También es cierto que no siempre se puede planificar tan estrictamente un embarazo. Pero sí es viable que la mujer se marque ciertas pautas sobre lo que quiere hacer con su vida en un futuro cercano. Los hijos siempre pueden esperar… pero no tanto.
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