Así que al final me operaron el 10 de diciembre. No de un ojo no, de los dos a la vez. Ahí estaba yo, sobre la camilla, indefenso ante tanto personal sanitario.
-Bueno Antón, te vamos a chutar la anestesia y empezamos…¿Notas algo?
-¡Que va! No creo que me haga efecto, esas cosas no van con….zzzzzzzz zzzzzzz.
Dormido como un recién nacido después de mamar durante 30 minutos.
Y lo siguiente que recuerdo es despertarme con un ojo vendado y la sensación de desorientación.
-¿No me habréis reducido el pene no?-fue lo único que acerté a decir.
Estaba de broma pero, por si acaso, cuando el elenco sanitario se dio la vuelta me palpé el paquete y pudo comprobar que gracias a Dios no me lo habían reducido. Seguía igual de pequeño.
Pagamos la habitación del hospital, el minibar y la operación (había una oferta de dos por uno y casi me opero algo más) y pusimos rumbo a casa. Mi sufrida madre estuvo a mi lado todo el tiempo. Como te quiero madre. Gracias por estar pendiente de mi todo el tiempo. Gracias por quedarte dormida en cuanto viste que todo salió bien. Gracias por tus ronquidos, sé que si duermes a pierna suelta es que estoy fuera de peligro.
Te quiero.
Y una vez dicho esto. Vamos con el documento gráfico del viaje de vuelta a casa.
¡Salud hermanos!