Tengo un paciente en la consulta, en seguimiento por prematuridad, que es un espectáculo verlo. Bueno, el espectáculo es su madre. Ya en alguna ocasión ha salido a relucir por aquí.
El caso es que es una madre con mucho sentido común y poco amiga de la medicalización de la asistencia infantil (lo cual es un fenómeno muy extendido, a mi entender).
Necesitaría veinte entradas para describir todo lo que ocurre en cada consulta. Pero hoy me relataba cómo fue su visita al psicólogo (la del niño). No está bien criticar a los compañeros (y yo he omitido mis opiniones); pero a juzgar por lo que me ha contado, el psicólogo había estudiado demasiado. Y ante cosas que hacían con el niño les decía: "no, eso no se lo hagáis, que puede ser malo", "insistidle en que haga esto otro..."
Después de suspender varios de los items que se supone que el niño debería ser capaz de hacer a los 6 meses de edad, ante la pregunta de la psicóloga: ¿coge el niño las cosas con las dos manos? La madre, ya un poco harta contesta: " no, porque no es avaricioso".
Y no he podido menos que echarme una carcajada (previamente había comprobado que coge las cosas con las dos manos, y perfectamente).
Luego me relataba su conversación con la vecina. Y no tenía desperdicio. Por eso cuando me ha preguntado cuántos gramos de verdura tenía que comer, me he quedado perplejo (como se quedó ella, al no saberlo, ya que se ve que su vecina tenía un estricto control de la dieta de su hijo).
Y es que reconozco que los pediatras, con nuestros consejos, muchas veces quitamos a los padres la iniciativa en el cuidado de sus hijos. Aunque es una triste verdad que los padres prefieren, en general, que se les dé todo perfectamente escrito.
Recuerdo a un enfermero adorado por las mamás, que pasaba consulta conmigo hace un tiempo, cómo les explicaba con ejemplos prácticos cuándo debían cambiarle de talla de pañal.