Madres Cavernícolas (III) – Ducharse con agua fría

Ayer me duché con agua fría.  ¡Qué suplicio! El lunes nos cortaron el gas en la escalera debido a una fuga.   Estaba destemplada y con gripe intestinal, así que decidí no ducharme.  Por un día no pasa nada, pensé.

Al día siguiente seguíamos igual, lo único que había cambiado era mi pelo, que lucía un apelmazado efecto barniz.

No somos nadie, me dije.  Yo, que durante el fin de semana me jacté públicamente de lavarme el pelo a diario y ahora con estos pelos.  Tuve que tragarme mis palabras.   Por hablar.

Al llegar la noche ya no pude más.  Dejé a mi marido con los niños y les dije a los 3 que iba a darme una duchita helada,  que ignorasen mis aullidos cual tripulación de Ulises desoyendo el canto de las sirenas.

Entré en el baño, me quité la ropa, puse el calefactor a tope y abrí la ducha, de la que emanó una corriente de agua gélida.  Entorné los ojos y pensé: “hay que joderse”.

Me armé de valor y entré. Tuve que encoger las plantas de los pies.  ¡Dios, estaba helada!  Me mojé con las manos todas las partes del cuerpo evitando situarme bajo el chorro.  Me enjaboné. Cogí el teléfono de la ducha y reduje la actividad de enjuague a la mínima expresión dejando que el líquido apenas me rozara.   ¡Ahhhhhh! ¡Más que agua parecía nitrógeno!  Todos los músculos de mi cuerpo estaban contraídos.  ¡Y  todavía faltaba la testa!

Para lavarme el pelo escogí la postura de rigidez extrema que adoptan mis hijos cuando no quieren colaborar en lo que sea.  Arqueé el cuerpo de tal forma que sólo la cabeza quedó debajo de la ducha.  Por fin me enjaboné y aclaré el pelo.

Salí de la ducha resoplando.  Me sequé en un tiempo récord y mientras me vestía noté ¡CATACRACK! Me crujió un músculo de la espalda: contractura de trapecio por culpa del frío.  Hoy todavía la llevo puesta…  ¡Mamá Saltamontes, cuánto me acordé de tu post!

¡Qué grandes eran las Madres Cavernícolas! Vivían en una situación de permanente falta de agua corriente y caliente y ahí estaban, pariendo, recolectando, criando de sus hijos y muy probablemente ignorando el apelmazado crítico de su pelo. ¡Mis heroínas!

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