Acaban de reponer en TVE, en el Día Internacional de la Mujer, la película “Mi hija Hildegart”, historia real de una muchacha creada y educada como icono del feminismo revolucionario por su madre, que a los 19 años la asesinó en 1933 porque parecía abandonar sus ideales y se había enamorado de un hombre.
La película, dirigida por Fernando Fernán Gómez en 1977, se centra en la madre soltera de aquella chica que a los ocho años hablaba seis idiomas, autora adolescente de libros y artículos famosos en toda Europa sobre feminismo, y que a los 17 era abogada y dirigente de las Juventudes Socialistas,
Horas antes de la emisión, en distintas ciudades españoles otras feministas radicales se manifestaban proclamando las mismas obsesiones de la madre que había concebido a Hildegart de un hombre elegido para un único contacto sexual, y además el único de su vida.
Es el feminismo que exige que el Congreso elimine del frontispicio “de los Diputados”, aunque si pusieran “Congreso Español” también lo rechazarían.
Como si en 2016 las inexistentes sotanas les impusieran virginidad, las nuevas madres de Hildegart se manifiestan gritando “Arderéis como en el 36” y “Quita tus rosarios de mis ovarios”.
Son ellas, feministas radicales, en buen número orgullosas lesbianas, quienes rechazan la relación entre mujeres y hombres, y sólo hablan de “género” para exterminar el término sexo.
Incluso explotan un supuesto estudio de la ONG Fundación Salud y Comunidad que señala que si un hombre se dirige a una mujer es para acostarse con ella, lo cual no siempre es cierto, aunque, y según cómo, tampoco sería nada malo.
La madre de Hildegart, Aurora Rodríguez Carballeira, nacida en Ferrol unos años antes que Franco, parece inspirar a estas madres de otras Hildegart.
Madres virtuales que parecen capaces dañar en circunstancias favorables a quienes no siguen sus obsesiones feminazis, tan alababas por Hitler en los 1930, que presentaba mujeres así como las rebeldes walkirias del III Reich.
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SALAS