Hoy es el Día de la Madre y quiero celebrarlo con un pequeño homenaje a las grandes madres de la literatura. No, no me refiero a las escritoras, sino a personajes de ficción (o reales) que han inspirado historias en las que la maternidad está muy presente. Dada la universalidad del tema, en casi cualquier libro podemos encontrar alguna muestra de la relación entre madres e hijos, pero he querido quedarme con aquellos en los que goza de mayor protagonismo.
Empiezo por una madre entrañable, tanto como sus cuatro hijas, que viven solas mientras el padre está en la guerra. Os suena, ¿verdad? Hablo de Mujercitas, un clásico inolvidable cargado de sabias enseñanzas de la señora March. Una mujer con coraje, aunque el mayor ejemplo de valentía lo tenemos en No sin mi hija, el relato verídico de Betty Mahmoody, que se vio encerrada en Irán junto a la pequeña Mahtob. Su caso es el más conocido, pero, por desgracia, no el único.
Por otro lado, hay novelas en las que tenemos la oportunidad de conocer a más de una generación de madres, como sucede en la deliciosa Lo que sé de Vera Candida, en la que las tres féminas de caracteres muy distintos crian a su hija solas. También está Una madre imperfecta, escrito en clave de humor, que trata temas tan actuales como la maternidad juvenil o la senilidad.
Más tristes son las obras sobre madres separadas de sus hijos, por motivos bien distintos. Desde la enfermedad y la muerte de Paula, la hija mayor de Isabel Allende, al secuestro inspirado en hechos reales de Nunca olvides que te quiero, un libro que alterna fragmentos de narración con cartas de la madre a su pequeña desaparecida, cargadas de sentimiento. Pero la separación puede darse por muchos otros motivos, por ejemplo, que la madre se encuentre encarcelada, como en Un secreto bien guardado.
Si os fijáis, en muchos escritos sobre la maternidad la figura del padre queda desdibujada o en un lugar secundario. No es de extrañar, pues, que haya tantas obras sobre madres solas, bien porque el matrimonio se acabó, como en Lo que me queda por vivir, bien porque el padre nunca quiso hacerse cargo de la niña, como en El club de los viernes o El tiempo entre costuras.
Cambiando de tercio, sería injusto centrarme únicamente en las madres biológicas. La adopción también merece su mención, pues no basta con concebir a la criatura, sino que hay que cuidarla y sacarla adelante. La protagonista de La hija de mi mejor amiga se hace cargo de una niña porque su progenitora muere por enfermedad. Su vida da un giro de ciento ochenta grados y, para complicarlo más, las dos son de diferente raza, lo que provoca prejuicios entre la gente. Muy distinto es el caso de La hija del Ganges, que narra el regreso real de Asha Miró (adoptada por una familia catalana) a la tierra donde nació.
Finalmente, me quedan las madres que no son madres, o mejor dicho, las madres que no actúan como tales, porque las hay. La frívola mujer de El vino de la soledad, más preocupada por sus amantes que por su hija, es un buen ejemplo de ello. Por otra parte, en Criadas y señoras hay unos cuantos ejemplos de relaciones complicadas entre madre e hijos, desde esa Elizabeth llena de dudas con su pequeña a las adultas Skeeter y Hilly que no se entienden con sus madres. Suerte que al menos tienen una Aibileen para calmar los ánimos.
En definitiva, madres para todos los gustos, desde las tiernas y cariñosas a las duras como una roca, aunque casi todas comparten ese amor incondicional por los hijos. Aquí solo os he hablado de unas pocas, pero la literatura está llena de muestras de este sentimiento único y especial que pocas veces deja indiferente al lector. ¿Os animáis a comentar cuáles son vuestras favoritas?