Revista América Latina

Madres exoneradas…

Publicado el 06 julio 2013 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

MADRES EXONERADAS… | Verdeolivo.

La Tita me llamó desesperada, su hija fue sacada “a patadas” junto a otras profesionales y funcionarios del Hospital Barros Luco, no sólo la habían exonerado del trabajo sino que la habían trasladado al cerro Chena, cuartel donde se torturaba y asesinaba

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Desde hace unas semanas tengo una sensación de inseguridad y temor indescifrable. ¿Hice algo mal, cometí algún error o simplemente estas pesadillas que me envuelven provienen de esa incorregible decisión de no olvidar? O, ¿Equivocadamente, luché durante años para buscar la reparación al daño inferido en contra de periodistas exonerados, hombres y mujeres, sin medir que estaba intentando defraudar al Fisco?

Revivo en mi memoria la imagen de aquel pasillo obscuro, de la calle Fanor Velasco, todos en el suelo y la tropa entrando enloquecida al edificio tras “delincuentes políticos”, arrasando y destruyendo libros, máquinas de escribir, grabadoras, escritorios “teletipos”, cintas de audio y de cine.

Ese día, trataba de proteger mi pequeña barriga con casi cinco meses de embarazo. No sabía su sexo, pero sentía que era una niña a la que llamaría Valentina, en honor a la audaz cosmonauta, quien surcó los cielos. ¿Qué habrá ocurrido con mi pequeño Camilo que quedó en casa? Pensaba.

Corrían sobre nosotros. Nos pateaban la cabeza, las costillas, las piernas, la espalda y el rostro… si, te atrevías alzar la cabeza. La mayoría de quienes estábamos allí, no superábamos los 25. Todos fuimos exonerados de inmediato y yo, ingenuamente, en medio de esa circunstancia, me pregunté sobre el fuero maternal.

Me salto el horror previo, el bombardeo al Palacio de la Moneda y el “roquetazo” a la casa central de la Universidad. Evito extenderme en los recorridos, junto a otras mujeres buscando a nuestros maridos y padres de nuestros hijos en estadios, depósitos de cadáveres de hospitales y postas o en las calles donde aparecían hombres y mujeres acribillados o golpeados hasta el infinito.

Descarto el sufrimiento de nuestros padres por las escasas posibilidades de protegernos de esta pesadilla. Elimino, más tarde, los urgentes llamados telefónicos implorando ayuda y anunciando la desaparición de compañeros y compañeras.

La Tita me llamó desesperada, su hija fue sacada “a patadas” junto a otras profesionales y funcionarios del Hospital Barros Luco, no sólo la habían exonerado del trabajo sino que la habían trasladado al cerro Chena, cuartel donde se torturaba y asesinaba.

Las niñas y ella, estaban solas, angustiadas sin saber que hacer. Quico y su mujer, días después, se verían desde lejos en el Estadio Nacional.

¿A cuántas madres las exoneraron sin respetar sus fueros, sin considerar que los niños y niñas quedaban sin sustento. ¿A cuántos hijas e hijos los exoneraron de sus madres dejándoles sin sus afectos más primarios?

¿Cuántas madres fueron exoneradas de festejar cumpleaños y navidades, propios y de los niños, con qué y por qué si era imposible celebrar?, ¿A cuántas les arrebataron sus hijos con un balazo en la espalda, con la desaparición forzada o encaminándoles al suicidio?

A América la sacaron desde su oficina, aunque el Rector Boeninger intentó oponerse. No sólo la golpeó la exoneración de su trabajo. A través de vejaciones indescriptibles querían obligarla a delatar a su padre. Muchos años más tarde, debió optar entre los 110 mil pesos de la pensión Valech por prisión y tortura o los 130 mil de la pensión de exonerada. Era acreedora de ambas.

Raquel, con la voz temblando de indignación, recuerda el día en que la exoneraron de la CORFO, vaciaron los cajones de su escritorio, le robaron un reloj, sus pertenencias, pillaje de poca monta, rompieron sus libros y le impidieron el paso como si se tratara de una delincuente.

Año tras año, las escenas se repetían. ¿Dos, tres, cuatro, diez? Siento que la reparación es un derecho y debió ser amplia, efectiva y justa. Jamás, ni austera, ni simbólica.

Esa noche la Chichi fue arrancada de su hogar con sus tres pequeñas hijas… la trasladaron al Cuartel de Investigaciones. Durante toda la noche los policías la interrogaban frente a ellas. Las niñas tenían frío, lloraban, no pudieron controlarse y mojaron sus vestidos, querían regresar a casa. Tuvo suerte que no fuera la DINA o la CNI que la detuviera ¿Octubre o noviembre del 86? Dos años, estuvo encarcelada sin comprobarle delitos y durante ese tiempo las pequeñas, exoneradas de su madre, debieron acostumbrarse a la tibieza de una mamá que nos les pertenecía.

Mónica, se opuso a la municipalización de liceos y colegios, con audacia conversaba con su alumnos y juntos decidieron oponer resistencia. La exoneración no se hizo esperar. Sus estudiantes formaban parte de ella; sin poder acercarse al aula sabía de los malos tratos a los que fueron sometidos. Varios de ellos fueron asesinados.

Según informes nacionales, internacionales y de instituciones privadas, se estima que la población directamente afectada por la represión política ejercida por el Estado alcanzó a alrededor de 800.000 personas. Ciento cincuenta mil exonerados fueron reconocidos a regañadientes con una pensión miserable o no… simplemente exonerados.

De todas estas personas, un alto porcentaje sufrió de traumatización extrema, con graves consecuencias para su salud física y psicológica. Además, la generalidad pertenecía a familias en que, uno o varios de sus miembros fueron víctimas de desaparición, ejecución, tortura u otras acciones represivas.

Al final de cuentas ser exonerado era lo menos que nos podía ocurrir.

*Exonerar: despedir, destituir, expulsar…


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