El mundo de Pedro Almodóvar es, probablemente, el más reconocible del panorama cinematográfico español. Por ello, su impronta es la más alabada dentro y fuera de nuestras fronteras, reconociéndose como el cineasta nacional más influyente de los últimos 30 años. Su universo lleno de mujeres, madres (la importancia de la suya en su vida y su cine es clave) y colores intensos, lo dibujan como un lugar de emociones siempre volcánicas y a flor de piel.
En este sentido, Madres paralelas (2021) es el perfecto recipiente de todas sus filias, incluyendo esa vertiente cultural e histórica española que tienen todas sus películas. Iniciando el filme, nos encontramos con Penélope Cruz, en una interpretación que ha sido galardonada con la Copa Volpi a mejor actriz en el Festival de Venecia -aunque, para quien esto escribe, es una de las más flojas colaboraciones entre actriz y director- una de las chicas Almodóvar más prolíficas del último siglo. Su universo ya está en marcha, Janis es una fotógrafa que se mueve alrededor del mundo del arte y la moda. Está realizando una sesión fotográfica a Arturo (Israel Elejalde) un antropólogo forense al que pedirá ayuda para abrir la fosa de su bisabuelo, que es el último deseo que le dejó su abuela antes de morir.
Con estos pocos datos, y con el título de la película en la cabeza, la cinta empieza a dejar clara sus raíces maternales. La madre de Janis fue, realmente, su abuela. Su verdadera madre falleció a los 27 años víctima de las drogas y el mundo hippy en el que se movía (de ahí el nombre de la protagonista, recibido por la cantante Janis Joplin). Tanto su bisabuela, como su abuela, como su madre, fueron madres solteras que por circunstancias de conflicto o de simple infortunio tuvieron que criar a solas a su hija. Así, llegamos a Janis y Arturo, dos profesionales que unidos por la necesidad de cerrar heridas se introducen en una relación de amantes de la que surge una hija... Pero Arturo está casado y Janis decide tenerla ella sola.
El mundo melodramático de Almodóvar ha arrancado su mecanismo de manera fulgurante. Dos mujeres coinciden en una habitación de hospital donde van a dar a luz. Ambas están solteras y han quedado embarazadas por accidente. Janis no se arrepiente, pero Ana (Milena Smit), una adolescente de 17 años, está asustada, arrepentida y traumatizada. Janis intenta animarla mientras pasean por los pasillos del hospital. Las pocas palabras que intercambian en esas horas crea un vínculo muy estrecho entre las dos, que por casualidad se desarrolla y se complica.
Toda esta introducción era necesaria para entender en qué líneas se mueve la nueva película de Pedro Almodóvar. Tras dos cintas más introspectivas y contenidas, como son Dolor y gloria (2019) y el cortometraje La voz humana (2020), el cineasta manchego regresa a los conflictos más desatados, donde la causalidad siempre juega un papel muy importante. Es indudable que en su argumento está más que presente la vena almodovariana, esa que no duda en enredar lo máximo posible la vida de sus personajes. Todo de manera muy sentida, muy hiperbólica. Los personajes siempre muestran su psicología mediante la expresividad de sus acciones, líneas de diálogo o elementos externos a la interpretación, como son la paleta de colores (llena de rojos intensos) o la música del habitual Alberto Iglesias.A cada cual, le gustará más o menos este universo de marcada intensidad, pero es indudablemente un sello propio. Todo se esculpe desde las carnes, desde la turbulencia de unos personajes trágicos. En este sentido, toda la trama de las madres es una oda bastante hermosa y sentida, a la que el cineasta consigue insuflar algo de suspense con el intercambio de bebés sufrido por las protagonistas. Obviamente, este giro ofrece una reflexión humana muy potente en relación al significado materno, surgiendo así un retrato valiente y sin prejuicios.
El problema empieza cuando todo ello, giros, personajes, inquietudes... no consiguen articularse bien. La medición de cada paso adquiere una tosquedad que chirría, pues Almodóvar es un cineasta que casi nunca deja espacio a sus tramas y personajes. Todo ocurre de manera demasiado marcada para avanzar la trama hacia unos derroteros poco creíbles. No por ello deja de conseguir cierta emoción, tirando de los tejidos melodramáticos más clásicos, pero en Madres paralelas esta abrasión deja más al descubierto sus puntos débiles, debido a la introducción de una trama histórica muy desarticulada.Como comentábamos al principio de la crítica, la nueva obra de Almodóvar se inicia con un claro compromiso con la memoria histórica, que aunque muy necesario y doloroso, no llega a complementarse bien con el posterior melodrama que desarrolla la cinta. Además, los primeros instantes de la película, cuando el personaje de Cruz da toda la información necesaria sobre la fosa de su pueblo, se sienten en exceso didácticos, con unos diálogos sobre explicativos que no atienden a ninguna naturalidad dramática y solo exponen un conflicto que, por otro lado, queda gran parte de la película escondido.
Por ello, cuando al final de Madres paralelas el conflicto principal se resuelve y volvemos al pueblo de Janis para la apertura de la fosa, el espectador se cuestiona hasta dónde esta pedagogía que Almodóvar quería exponer tiene sentido. El mismo comentaba lo siguiente: "el tema de las fosas franquistas es un tema importante, que yo trato de mostrar tangencialmente al final. En los primeros guiones tenía mayor presencia pero fagocitaba todo lo que había a su alrededor, es un tema demasiado fuerte para combinarlo con otros y yo desde el principio quería contar las vicisitudes de Janis, su historia con Ana y la de sus hijas, el dilema moral en el que vive".Esa tangencialidad es, desgraciadamente, un lastre que acaba embolando la película hacía un desapego emocional con respecto a ciertos personajes que han tenido poco peso y que, al final, reaparecen ofreciendo un diálogo con el pasado que se cierra, y el futuro al que se mira con conocimiento de causa que, aunque trágico y transgresor, se siente absolutamente tosco y poco cocinado. Y es que Almodóvar nunca se ha caracterizado por hacer un cine gloriosamente sutil. Su mirada suele estar llena de exposición y tragedia abultada, lo que le caracteriza como uno de los autores más reconocibles del cine europeo. Pero en esta ocasión, más que nunca, se siente demasiado imperfecto en la construcción de sus capas dramáticas.
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- ##check## Lo bueno
- La historia entre Janis y Ana adquiere, por momentos, un interés melodramático bien desarrollado.
Es Almodóvar para los muy almodovarianos. - ##times## Lo malo
- La desarticulación de sus tramas.
La tosquedad y didactismo de alguna de sus partes deja al descubierto una película bastante imperfecta.
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- Ambientación 5.5
- Artificiosamente almodovariana. Acude a sus paletas de colores favoritas, desarrollando todo en espacios de Madrid muy glamurosos, con los que uno no siempre consigue empatizar.
- Desarrollo de Personajes 5.0
- Los personajes de Almodóvar son como una montaña rusa de emociones y desarrollo. En ocasiones, su psicología deja al descubierto rasgos muy interesantes (sobre todo en el personaje de Penélope Cruz), pero en cambio otros se sienten poco trabajados o fortuitos.
- Argumento / Guion 5.0
- La parte central más melodramática y enfocada en la historia de Janis y Ana, es interesante y provoca la atención del espectador. Por desgracia, algunas tramas paralelas están tan desarticuladas que acaban emborronando todo el argumento.
- Banda Sonora 6.0
- Las composiciones de Alberto Iglesias son siempre fascinantes. Sin embargo, en algunas ocasiones remarcan demasiado el dramatismo en esta película.
- Entretenimiento 5.5
- La película se ve sin problemas, aunque su duración acaba resultando excesiva.
- Montaje / Innovación técnica 5.0
- El montaje de la película responde siempre a un estilo algo mecánico, pero muy de esencia almodovariana. No es una película que innove nada dentro de la filmografía de su autor.
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- Puntuación Total 5.5 / 10
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