Vivian, del blog Nace una Mamá, nos ha invitado a todas las madres, tengamos blog o no, a hablar de la solidaridad entre mamás, de la ayuda que las madres nos prestamos a veces. Que necesaria es esa ayuda, ¿verdad?.
Y al leer esto he recordado a una mujer que una vez me ayudó desinteresadamente. Solo con el tiempo me he dado cuenta de lo valiosa que fue esa ayuda, y hoy gracias a Vivian voy a dedicarle este post a ella.
La historia es algo triste pero estoy segura de que os gustará.
Sucedió en mi primer embarazo, como sabéis fue complicado y tuvo mal final. Me recuerdo a mi misma en la fría sala de urgencias del hospital, sola porque en esa sala no permiten a las mujeres estar acompañadas. Había roto aguas y me hicieron esperar para que me atendiera un ginecólogo. Yo lloraba porque estaba casi segura del duro desenlace que me esperaba. Había dos o tres mujeres en la sala, o quizá solo una, la verdad no me fijé muy bien, o mi memoria intenta recordar solo retazos de aquella dura experiencia. Entonces una mujer, no recuerdo ni su aspecto, ni si estaba embarazada, ni su voz, una mujer se acercó a mi, se sentó a mi lado y con todo el cariño del mundo me cogió suavemente la mano mientras me acariciaba la espalda.
No me dijo mucho, solo cosas como "tranquila, estoy contigo, tranquila". No me dijo "todo irá bien", "no llores", "seguro que no es nada",....., ella se dio cuenta que no debía darme semejantes ánimos. No me preguntó nada, ni me dijo más, no sé su nombre, ni sé si ella estaba allí por algún problema grave.
Solo sé que se sentó a mi lado, al lado de una mujer a la que no conocía pero que vio llorar con desesperación. Se sentó a mi lado, me agarró la mano, me dio consuelo, el consuelo que mi familia o mi marido no me podían dar porque no les dejaron entrar.
Ese es el acto desinteresado que otra mujer, no sé si madre, hizo por mi en uno de los momentos más duros de mi vida. ¡Gracias!.