Revista En Femenino

Madres y madrecitas

Por Clau707
Antes de que se acabe el mes de las madres, quiero rendirles tributo.
Porque el día de las madres debería ser todos los días. Porque nunca como ahora estamos las mujeres tan obligadas por las circunstancias a ejercer de madres, de amigas, de trabajadoras, de mujeres…. Y no despeinarnos en el camino.
Porque no se reconocen los oficios domésticos; no se les da ningún valor al trabajo no remunerado, a las noches sin dormir, a la tarde de parque, a la organización al extremo que nos permite ir y venir, cocinar, leer cuentos, trabajar dentro y fuera de casa y que nos sobren minutos para hablar con alguien por teléfono. No se valora la creatividad de las madres para llegar a fin de mes con sueldos esmirriados. No se aprecian las sonrisas (aunque la procesión vaya por dentro) y el poder hacer cuatro cosas al mismo tiempo. No se tiene en cuenta nuestra capacidad de trabajo bajo presión.
Nos han tomado el pelo. Nos han contado que la liberación de la mujer empezaba por el poder salir a trabajar y resulta que yo conozco a muchas mujeres que, por lo menos durante los primeros meses de sus hijos, desearían poder quedarse en casa y cuidar de sus retoños; y cuidarse ellas mismas. Liberarse de los trabajos que las hacen mujeres liberadas.
Nos han vendido que ser súper mujer y súper mamá es compatible; que no hay que renunciar a nada, que no hay límites. Que podemos llegar a todo, que podemos hacerlo todo y que la que no lo consiga es una fracasada.
Nos han engañado. Porque para ser una gran ejecutiva, otra mujer tiene que ocupar nuestro lugar: la nana, la abuela, la tía. Y parece ser que si quieres ejercer tu maternidad al 100% no tienes nunca más el derecho de pensar ni de mostrar inteligencia. Qué lejos queda todavía la conciliación familiar y qué lejos está poder elegir lo que de verdad queremos hacer (trabajar – criar) sin culpabilidad y sin ser juzgadas por ello.
Madres y madrecitasMucha gente me pregunta cómo hago para realizar todas las tareas que me impongo a mí misma. Mis activismos, mis blogs, mis grupos de madres, mi profesión, mi maternidad… no hay secretos. No duermo. O duermo poco y mal.
Pero además, tengo que agradecer desde aquí a una persona que comparte mi tiempo, que se ocupa de Piojilla como una verdadera madrecita. Que la recoge cuando yo no puedo hacerlo, que está pendiente, que ama y se entrega como si fuera su responsabilidad. Una persona a la que tengo que agradecer todo lo que hace a diario y pedir disculpas por el tiempo que le quito, por su paciencia y por dejarme las cosas claras.
Yo también me desbordo. Yo también grito. Y a veces ella me da esas lecciones que tanta falta me hacen. El otro día, cansada y necesitada de un espacio “para mí”, intenté quitarme a mis hijas de encima: “¡¡basta ya, cuándo voy a poder estar sola un momento??” Y entonces ella, serena y segura me contesta: Nunca. Somos para siempre.
Lo sé. Pero necesito recordarlo y asumir que esto es ser madre. Estar siempre al límite; no esperar reconocimiento alguno.
Por eso desde aquí, quiero abrazar a mi hija mayor. Mi adolescente. Que ya es mejor madre que yo sin serlo y que en el futuro tendrá las cosas más claras de lo que las tuve yo. Te quiero hija. Gracias de todo corazón.

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