Revista Arquitectura

Madrid a pie de calle

Por Enrique23

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Libro de Ediciones La Librería-Temporae, titulado Madrid a pie de calle , que reúne cerca de 200 imágenes del archivo particular de uno de los reporteros gráficos más destacados de su generación: Manuel Urech. Fotoperiodista del desaparecido diario Madrid  durante treinta años (además de haber trabajado para ABC, la agencia EFE o la revista Semana), Urech fue captando el bullir de la urbe en sus innumerables incursiones periodísticas, dejándonos una crónica visual que conjuga el espíritu de un reportero y la mirada del artista. La mayor parte de las 200 fotografías del libro son de los años 1945 y 1955. Esta mínima muestra del legado del fotógrafo ve ahora la luz en este libro cuyo autor es Miguel Ángel Urech Ribera, uno de sus hijos y custodio del archivo durante los últimos 27 años.

Madrid a pie de calle, un libro de fotografías de Madrid. Imágenes en blanco y negro del Madrid de las décadas de 1940-1960. Un Madrid rural, todavía a medio hacer y todavía medio deshecho, donde se adivinan leves aires de modernidad y se intuye que la urbe se esfuerza por crecer y superarse, mirando de reojo a Europa como horizonte.
El tiempo pasa y la foto recoge el instante y detiene el tiempo para que podamos ser testigos de cómo se vivía y de cómo éramos.

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Conductor con su impecable taxi fotografiado por Manuel Urech, hacia 1945.-Urech

En el libro Madrid a pie de calle, editado conjuntamente por Ediciones La Librería y Temporae, en el tiempo detenido de las fotos de Urech vemos escenas de contenido claramente periodístico y algunas más personales, también más íntimas, todas tomando el pulso a la ciudad con sabiduría y gusto estético. Aparecen escenas cotidianas: barriadas miserables habitadas por gentes con pocos medios, sin agua y sin luz en sus casas; rebaños de ovejas, carros tirados por burros o mulos, un calesero despistado que guía su vehículo en pleno paseo de Recoletos entre coches; vendedores ambulantes que acuden a la capital para ofrecer su modesto género: botijos, sombreros, sandías, limones, galletas, verduras. Pero también hallamos tranvías eléctricos, un moderno y espacioso Metro, automóviles utilitarios último modelo, carreras de motos en el Retiro, aviones a reacción, grandes avenidas y un colosal campo de foot-ball con gran explanada para parking, situado en la más representativa de las avenidas de la capital. Como se ve, en el terreno del transporte, aún convivían sin mucha dificultad la tracción animal con la mecánica, de manera que el olor a los vapores del heno y la gasolina ya procesada se mezclaban en algunos puntos de la ciudad y se convertían en una sensación más de la vida cotidiana.

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Estación de servicio Petróleos Porto Pi, en la calle Alberto Aguilera con Vallehermoso, diseñada en 1927 por Casto Fernández Shaw.-Urech

Hay una foto que nos muestra una mujer subida en una novedosa Lambretta, esa motocicleta “scooter” que todavía levanta pasiones hoy en día, y algo más atrás se ve a un joven con un paquete en una de sus manos que mira como asombrado -entre sorpresa y espanto-, no se sabe muy bien si a la mujer –por mujer o por motorista- o al fotógrafo, es decir a Urech, o a lo mejor a ambos. A la derecha de la foto, tomada en la calle Maldonado, ya repleta de edificios de modernas viviendas, hay unas casetas de madera –que podrían ser de obras- y unos carros también de madera –que podrían ser de mudanzas- ; entre lo rural y lo urbano. En algún lugar leí a Juan José Millás decir que la Vespa, la hermana mayor de la Lambretta, era una moto con aspiraciones burguesas, la moto que la gente se compraba para salir de la clase social en la que había caído. Poseía dos ruedas pero aspiraba a cuatro, por lo que representaba excelentemente a un país con vocación de clase media.

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La plaza de Callao desde Preciados en 1957. En el centro de la foto, junto al Palacio de la Prensa, el cine Actualidades que ocupaba los bajos del hotel Nueva York, derribado a principios de 1960.-Urech

Madrid fue en esas dos décadas de los 40-60 del siglo XX, como lo ha sido hasta no hace muchos años –en un paréntesis causado por la “pertinaz crisis”-, una ciudad de obras incesantes, donde se derribaban edificios y se construían otros más grandes y más altos, donde se abrían calles nuevas y desaparecían otras más pequeñas; donde las autoridades se inventaban nuevos barrios en lugares aislados, construidos por inmobiliarias que con el tiempo se hacían poderosas. También fue ciudad milagrera, con sus misas al aire libre, sus romerías y sus procesiones de peineta, mantilla y rosario entre las manos y sus penitentes rogando por sus mandas en plena calle. Fue ciudad de militares, con mucho uniforme y mucho desfile. Tampoco han cambiado mucho las cosas desde que Urech hiciera esas fotografías. En el plano social, quiero decir.

Pero Madrid también se divertía y Urech  nos lo muestra en sus instantáneas. Los madrileños iban a los toros y al circo. Acudían en masa a ver jugar a su equipo de foot-ball. En verano se bañaban en las piscinas de moda, y en el Manzanares. Y también iban al teatro y al cine, al contrario que ahora que nos basta para estar entretenidos con la televisión, las tablets y los smartphones.

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Bañistas en el rio Manzanares junto al puente de los Franceses en 1946.-Urech

En las elegantes fotos de Manuel Urech nos encontramos con arquitecturas arrinconadas unas, y otras desaparecidas, que nos hacen pensar en el poco valor que le damos los madrileños a las construcciones que flanquean las calles de nuestra ciudad ; viejas modas en el vestir, estéticas trasnochadas coronadas con peinados imposibles y complementos casi olvidados; cándidos hábitos de ocio ajenos al actual consumismo desmedido como única manera de llenar el tiempo libre; antiguos trastos de uso cotidiano, ahora piezas de museo o de coleccionista. Poses de tosco exhibicionismo popular y altivas miradas de la burguesía más respetable.

Para muchos se trataría de fotografías que contienen historias que nos resultan más o menos familiares por haberlas escuchado o leído. A otros muchos les hará recordar. Para todos éstas imágenes, como narraciones, pasarán a ocupar un lugar en nuestra memoria, como si de lejanas evocaciones se tratara.


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