El gallego Oscar Pazos publicó un libro titulado “Madrid es una Isla”, y no le faltaba razón, pero olvidó añadir que es una isla que nos ha salido carísima.
A lo largo de cerca de medio siglo, desde la época del plan de estabilización franquista, allí por los primeros años 60, el Estado español, sea de régimen dictatorial o aparentemente democrático, ha invertido en Madrid y alrededores inmensas cantidades de recursos, muy por encima, tanto en valor absoluto como relativo, de lo invertido en cualquier otra zona del país, en forma de infraestructuras, preferencia en inversiones públicas e incluso privadas, empresas públicas, consumo y localización de los gastos de la Administración Pública, etc., con el objeto de transformar Madrid en el primer e indiscutible centro económico del país y hacerla equiparable a las grandes capitales europeas como Paris o Londres.
Pero de alguna manera el objetivo, al menos en gran parte, ha fracasado, y se podría decir que con nuestro dinero el Estado ha hecho y nos ha hecho hacer un pésimo negocio porque la relación entre los recursos y esfuerzos invertidos y los resultados obtenidos son algo decepcionantes. Madrid es hoy el centro económico del país, pero basado en una infraestructura frágil y poco eficaz, donde se localiza prácticamente la totalidad de nuestra desastrosa y no reformada Administración Pública central y la sede de las mayores empresas del país, pero casi todas ellas desarrollando únicamente negocios basados en las adjudicaciones, exclusivas y privilegios que reparte el B.O.E., sin las cuales en buena parte desaparecerían, y de hacerle sombra a Paris o a Londres, nada de nada. Encima está cada vez más claro que si se hubiese invertido solo una pequeña fracción de los inmensos recursos que se ha tragado Madrid en varias ciudades españolas los resultados hubiesen sido espectaculares.
Un buen ejemplo de lo infructuoso del gran esfuerzo que ha hecho el país para transformar Madrid es el aeropuerto de Barajas, donde a pesar de que la cifra que el Estado lleva invertida a lo largo de décadas sobrepasa en mucho la proporción de diez a uno cuando se la compara con cualquier otro aeropuerto del país, y además AENA, Iberia, y todas las instituciones del Estado relacionadas con la aviación se han preocupado de promocionar Barajas a cualquier precio y en ocasiones cortar las posibilidades de competir de otros aeropuertos como los de Barcelona o Palma, resulta que el aeropuerto de El Prat, con inversiones a muchísima distancia de las efectuadas en Barajas, políticas centrales que le perjudicaban, altibajos en su gestión, con entrada y posterior salida de organismos locales en sus comités de gobierno, está alcanzando el mismo volumen de tráfico que Barajas con importantes incrementos interanuales, mientras Madrid está prácticamente en crecimiento vegetativo, cuando no negativo.
El aspecto turístico puede ser otro buen ejemplo del poco rendimiento del dinero que hemos enterrado en Madrid. Todo y que Madrid ha mejorado mucho, se la reconoce a nivel internacional como la gran capital de España, y a pesar de sus indudables atractivos turísticos y culturales, la Marca Barcelona, sin absorber ni de largo tantos recursos, sigue teniendo mucha mejor imagen, atrae muchos más turistas y encima en 2013, “annus horribilis” para la ciudad, Madrid ha sido la única de España donde el turismo ha descendido.
Plantear asuntos a toro pasado no tiene mucho sentido, pero lo grave, y la razón porque explico todo esto es que los pésimos gestores que, aparte otros desastres, nos han hecho hacer una inversión de tan pobres resultados, es más que probable que no se den cuenta que el fracaso se debe a que el limitarse a volcar recursos y privilegios casi sin freno y sin más no es la solución, y para reparar el fracaso vuelvan a las andadas y a concentrar, como siguen haciendo, recursos y esfuerzos en Madrid, que seguirá siendo un pozo sin fondo mientras no cambie mucho la mentalidad de la Administración Pública de este país.
La única esperanza es que las más duras críticas que España ha recibido de organismos europeos e internacionales se refieren al desprecio por las consideraciones sobre viabilidad económica que nuestra Administración ha demostrado a la hora de tomar decisiones, en especial cuando se refieren a infraestructuras en las que Madrid es la gran protagonista, como el absurdo esquema radial de las líneas AVE, pero aún así mis esperanzas son pocas porque nuestros gobernantes centrales jamás se equivocan. En fin. Mejor olvidar los problemas con una relaxing cup of café con leche.