Es creencia popular que solo los niños y los borrachos dicen la verdad. Líbrenos el dios Baco de afirmar que Pablo Casado, actual y menguante líder del Partido Popular (PP), se encontraba ebrio cuando se refirió con esas duras palabras a Isabel Díaz Ayuso en una entrevista radiofónica en COPE, la cadena de radio episcopal. Y no porque le faltasen incentivos para empinar el codo por parte de los líderes que le han precedido en la presidencia del partido de la corrupción institucionalizada. Comenzando por José María Aznar que en 2007 cuestionaba las recomendaciones oficiales de los responsables de la Dirección General de Tráfico para evitar la bebida al volante: ¿quién es la DGT para decir cuanto puedo beber?, afirmó Aznar en el curso de un acto protocolario. Por su parte y en otro acto público, Mariano Rajoy lanzó su célebre grito de guerra: Viva el vino.
Si no fue el alcohol en vena (in vino veritas) lo que llevó a Pablo Casado a expresar estas verdades del barquero, otro de los motivos bien pudo obedecer a una rabieta del niño que lleva dentro. En efecto, en su corta trayectoria política, este dirigente ha dado sobradas evidencias de un comportamiento infantil. Que no es un atributo único del personaje pues la puerilidad asociada a grandes dosis de narcisismo pueril es la nota dominante que caracteriza a gran parte de la clase política de última generación. Tenemos buenos ejemplos de otros prometedores líderes de gran relumbrón mediático cuyo mayor logro ha sido conducir a sus respectivas formaciones a la insignificancia.
Como no hay mal que por bien no venga, gracias a este fugaz arranque de sinceridad, Pablo Casado, aparte de poner patas arriba a su partido, ha proporcionado a la opinión pública una esclarecedora definición de los usos y costumbres habituales en el gobierno del PP en Madrid. Que pueden resumirse en una palabra: corrupción. Sinceridad, la de Casado, bastante transitoria, pues, al día siguiente de sus contundentes afirmaciones en la radio, dio por buenas las explicaciones recibidas de la hermana del comisionista, Isabel Díaz Ayuso, y retiró la amenaza de someterla a un expediente interno para depurar responsabilidades. Claro que, al fin y al cabo, para el resto de líderes regionales y altos cargos del partido que ahora quieren cargarse a su líder, todo esto es normal. Business as usual.Lo preocupante, es que la corrupción también sea vista como algo normal por los millones de votantes del Partido Popular que, comicio tras comicio, siguen depositando en la urna la papeleta que los lleva a perpetuar una gestión corrupta de los dineros públicos.