Mientras Pedro Sánchez le hace concesiones aparentemente progresistas a Pablo Manuel Iglesias, Amnistía Internacional denunciaba este jueves que en Venezuela, que era el Paraíso Terrenal socialista para Podemos, el 22 por ciento de los 21.753 homicidios reconocidos en 2016, fueron cometidos por los matones del régimen tras “allanamientos ilegales, torturas y ejecuciones extrajudiciales”.
Ese año hubo muchos más crímenes, unos 30.0000, pero aun así 4.785 asesinatos políticos en secreto es un dato horrible del que Podemos se niega a hablar entre risas: “Vuelta con lo de Venezuela, je, je, je, ya tardabais en preguntarlo”, dicen al unísono los antes orgullosos chavistas bolivarianos.
Venezuela está bajo un régimen genocida dirigido además por narcotraficantes, básicamente los generales del “Cártel de los Soles”, cuyo uniforme lleva soles en lugar de estrellas.
Hay hambre, no hay medicamentos, las colas para un poco de harina son kilométricas: el Paraíso convertido en un gulag tropical, y el ex primer ministro español, Rodríguez Zapatero diciendo que el causante es de Trump, cuando todo empezó en 2002.
Alrededor de cuatro millones de venezolanos han huido del país, pobres y ricos, y la riqueza principal, el petróleo, se ha hundido por incompetencia y corrupción: ahora produce lo mismo que en 1947, antes de iniciarse el gran consumo mundial de hidrocarburos.
Y esto, ¿qué tiene que ver con los españoles, al margen de los sentimientos de piedad o rabia que inspire?
Muchísimo: Pablo Manuel Iglesias está consiguiendo que Pedro Sanchez inicie suavemente el infernal camino que emprendió Hugo Chávez subiendo impuestos que realmente afectan a todos y castigando la inversión productiva, lo que poco a poco mató al país, como a la rana que no notaba cómo le aumentaban la temperatura del agua hasta que acabó cocida.
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SALAS