La ética y la decencia mundial exigen que el asesino venezolano Nicolás Maduro sea depuesto. A comienzos de 2003, el presidente Bush denunció que Irak era un peligro mundial y dijo que Sadan Hussein debía ser depuesto. La comunidad internacional secundó aquella denuncia, Irak fue invadido y Sadan fue ejecutado. Hoy existen muchas más razones para deponer al criminal Nicolás Maduro de las que había entonces para liquidar a Sadan Hussein. Maduro, además de haber sido derrotado limpia y ampliamente en unas elecciones, es un criminal, asesino de su pueblo, cómplice del narcotráfico, amigo de autócratas y tiranos y financiador de golpistas y dictadores asesinos en todo el mundo. Sin embargo, en lugar de ser depuesto está siendo ayudado por países como España, que acaba de conceder asilo y ha sacado de Caracas a Edmundo González, ganador de las elecciones, presidente electo y el gran obstáculo para que Maduro y sus secuaces sigan torturando y asesinando. Hay que decirlo con meridiana claridad: España ha ayudado a Maduro sacándole de Caracas a su principal opositor y ha traicionado al pueblo venezolano ayudando al tirano. La intervención del ex presidente español Zapatero, amigo y colaborador a sueldo de Maduro, en esa operación de concesión de asilo y salvoconducto es argumento suficiente para tachar de sucia y miserable la jugada, presentada ante el mundo como un acto humanitario. ¿Por qué fue depuesto Sadan Hussein y Maduro no? Sencillamente porque el mundo occidental ha abandonado sus ideas nobles y sus viejos criterios de libertad y decencia, gracias a que una generación de políticos influidos por el marxismo y la tiranía ha tomado el poder en muchos países, entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia y otros muchos, ninguno de los cuales considera a Maduro un adversario real. La dignidad ha muerto en el mundo de la política y la democracia ya no es un ideal sino una etiqueta falsa, que se coloca sin otro requisito que estar en el poder. En ese mundo que antes era, al menos en teoría, democrático, ético y libre, la corrupción y el abuso de poder se han extendido y el fraude electoral se ha hecho moneda común en los partidos de izquierda. El mundo actual es una gran pocilga y Maduro, que es un repugnante asesino, se beneficia de ese desastre moral planetario. Los países mienten y engañan a sus pueblos y son enemigos de la verdad. España, por ejemplo, no ha reconocido la verdad inmensa de la victoria de Edmundo González en las elecciones venezolanas y, en la práctica, sigue reconociendo y negociando con el gran asesino socialista y chavista. Todos los miserables sacarán tajada del conflicto venezolano y de la permanencia del carnicero Maduro en el poder. Estados Unidos comprará petróleo venezolano casi regalado y España, además de rebajas y dinero, conseguirá regalos personales para sus principales traidores, que se harán todavía más millonarios gracias al dinero venezolano manchado de sangre. Lógicamente, el pueblo, que es la gran víctima de los políticos degenerados en el presente siglo XXI, ni se enterará. Francisco Rubiales