
E il mio maestro mi insegnò com’è difficile trovare l’alba dentro l’imbrunire.[Y mi maestro me enseñó qué difícil es encontrar el alba dentro de las sombras.]F. Battiato, Prospettiva Nevski
Hoy, que se especula sobre el estado de salud de Franco Battiato, il mio maestro, bueno es recordar un magnífico texto que Antonio Romero escribió, en estado de gracia, hace un año y que se titula La posible carta de Battiato que nunca llegué a leer. En él retrata, de manera admirable, lo que ha supuesto en su vida el maravilloso legado musical e intelectual de este inmenso e irrepetible artista. Las sensaciones, las observaciones y los respetuosos agradecimientos que plasma Antonio en su artículo son también los míos (al igual que los de miles y miles de personas a los que Battiato ha ido seduciendo, haciendo suyos, a lo largo de su larga carrera musical). También yo, como Antonio, puedo decir que tuve el privilegio de ver al maestro en vivo y en directo. Fue en el otoño de 2006, en un Palacio de Congresos de Granada abarrotado hasta el gallinero, y donde, también como le ocurrió a él, tuve la inefable sensación de que el artista siciliano, sentado allí sobre una alfombra persa y moviendo místicamente sus manos en el aire, cantaba solo para mí.
Der Schmerz, der Stillstand des Lebens Lassen die Zeit zu lang erscheinen, canta Battiato en L'Oceano di Silenzio. [El dolor, la inmovilidad, hacen que la vida parezca demasiado larga].
Salud, Maestro.
