Revista Cine
Truffaut, Rohmer, Schroeder, Malick, Benton, Pakula, Nichols, Scorsese... ¿qué une a todos estos nombres más allá de ser grandísimos cineastas? Todos ellos contaron con un catalán universal como director de fotografía: Néstor Almendros.
Nació en el seno de una familia adinerada en la Barcelona de 1930. Su padre, escritor y pedagogo republicano, emigró a Cuba en 1939 tras el ascenso del régimen franquista. Su hijo le siguió en 1948 y, muy pronto, demostró su habilidad para la cinematografía al empezar a rodar varias piezas en 8 y 16 mm mientras fundaba el primer cine club-filmoteca de la isla. Pero en la Universidad de La Habana no encontraba el nivel de enseñanza que deseaba y es por ello que viajó a Roma para estudiar en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia (CSC). Constreñido por el academicismo que atentaba contra su libre creatividad, decidió abandonar Italia para pasar un tiempo en Estados Unidos donde se convirtió en profesor de español del Vassar College.
Regresa a Cuba poco antes del triunfo revolucionario de Fidel Castro y vive unos años de idilio con el nuevo régimen comunista. Dirige varios documentales para el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) pero, en última instancia, acaba aborreciendo las cada vez mayores limitaciones creativas que se imponen desde los estamentos oficiales. Dos de sus cortometrajes (Gente en la Playa y La Tumba Francesa) fueron prohibidos y esa fue la gota que colmó el vaso de su paciencia.
Obnubilado por la incesante y rompedora producción de los cineastas de la Nouvelle Vague, Almendros se traslada a París y allí entra en contacto con un núcleo de críticos de cine que decidieron convertirse en realizadores aportando una nueva estética visual y de tratamiento argumental que hizo progresar enormemente al séptimo arte. Almendros sintonizó con esta marea de ideas y se acabó convirtiendo en el responsable de la fotografía en varios proyectos de Éric Rohmer y François Truffaut. Su sello está presente en películas como La Coleccionista (La Collecctioneuuse, 1967), Mi Noche con Maud (Ma Nuit chez Maud, 1969), El Pequeño Salvaje (L'Enfant Sauvage, 1970), Domicilio Conyugal (Domicile Conjugal, 1970), La Rodilla de Claire (Le genou de Claire, 1971), Las Dos Inglesas y el Amor (Les Deux Anglaises et le Continent, 1971), El Amor después del Mediodía (L'Amour l'après-midi, 1972), Diario Íntimo de Adela H. (L'histoire d'Adèle H., 1975), La Marquesa de O (Die Marquise von O, 1976), El Amante del Amor (L'Homme qui amait les femmes, 1977), y El Último Metro (Le Dernier Métro, 1980), entre otras.
Durante este periodo también trabajó en varias ocasiones con Barbet Schroeder - El Valle (La Vallée, 1972), Maitresse (1975)... - y regresó a España para el polémico film de Vicente Aranda, Cambio de Sexo (1977).
En 1978 desembarca definitivamente en Estados Unidos tras la llamada de Terrence Malick para su película Días del Cielo (Days of Heaven). Almendros siempre había apostado por una iluminación naturalista, fiel a la emotividad que aporta el reparto y al color de la luz cambiante a lo largo del día. Rechazaba la iluminación interior estandarizada en los 40 y los 50. Buscaba siempre el matiz que aporta la naturalidad del momento, del segmento de vida que debía captar la cámara. Por todo ello, Malick le contrató para una película que debía sacar mucho rendimiento de los grandes espacios y de la luz que inunda los campos de la región de Alberta (Canadá). El resultado fue inmejorable obteniendo el Oscar a la mejor fotografía en su primera nominación.
A partir de ese momento, Almendros se incorpora al cine de Hollywood forjando una fructífera alianza creativa con el director Robert Benton. Inició su colaboración en el oscarizado drama Kramer contra Kramer (Kramer vs. Kramer, 1979). Trabajó con el realizador tejano en cuatro films más entre los que destaca Un Lugar en el Corazón (Places in the Heart, 1984).
En los ochenta aportó su prestigio a títulos tan importantes como El Lago Azul (The Blue Lagoon, 1980), La Decisión de Sophie (Sophie's Choice, 1982), Se Acabó el Pastel (Heartburn, 1986), Nadine (1987), y el capítulo de Martin Scorsese en el tríptico Historias de Nueva York (New York Stories, 1989). Life Lessons es la crónica del resurgir de un pintor iconoclasta (Nick Nolte) que pierde a su gran amor (Rosanna Arquette) pero obtiene la motivación para lograr su mayor éxito artístico. Una magnífica composición de emoción y sentimientos que, en mi opinión, constituye la mejor pieza de esta obra en tres partes.
Aquejado de graves complicaciones en su estado de salud debido al síndrome de inmunodeficiencia adquirido, Almendros culminó su trayectoria a las órdenes de su gran amigo, Robert Benton, en el thriller criminal Billy Bathgate (1991). Murió el 4 de marzo de 1992 en Nueva York.
Mantuvo su compromiso en favor de los derechos humanos hasta el fin de sus días rodando varios documentales sobre la vulneración de las libertades en Cuba y en otros lugares del mundo. Con él desapareció un superdotado del oficio cinematográfico y un creador de imágenes y planos imborrables.
Fue clasicista e innovador a la vez. Creía en la expresividad de una cara, de un paisaje, sin mayores artificios visuales. Pero, a la vez, defendió siempre la toma de contacto con la luz natural y huyó de montajes estereotipados de iluminación básica en el plano contra plano. Quiso mostrar la realidad con todos sus matices y queda claro que logró su objetivo con calidad y maestría.
"When I started, I found that my job consisted principally in de-lighting sets, that is, removing all the fake, conventional movie lighting that had been set up by lighting technicians. They were old-fashioned. They believed in a very glossy kind of photography, that faces should never be in a shadow, that there should always be a lot of back lighting, with no shadows in the sets anywhere".
"The contribution of a good cameraman begins long before production, in the selection of sets, locations, costumes."