Título original: Włoskie szpilki
Idioma original: Polaco
Traducción: Francisco Javier Villaverde
Año: 2011
Editorial: Rayo Verde (2018)
Género: Novela
Polonia en el salón de casa
Pero no una Polonia simplificada o dulcificada para el turista libresco, sino otra variada, llena de voces, de matices, de temas y de registros que nos sorprenderán. Esta obra no es más que otra gota en el mar del inmenso, quizás no por cantidad pero sí por calidad, catálogo que nos ofrece la editorial Rayo Verde; mar en el que nadan algunos peces oriundos de ese país en apariencia tan lejano y al que me gusta viajar literariamente desde que leí el primer poema de la inigualable Wisława Szymborska. Esta editorial catalana, que tiene publicado otro libro de esta autora, , es una apuesta segura por la buena literatura, por la cuidada edición y por un fondo atrevido e inesperado. Y otra apuesta que desde Libros Prohibidos queremos hacer es leer a autoras, durante todo el año, claro, pero también arrimándonos a la iniciativa #LeoAutorasOct de este mes.
He leído y reseñado otra novela de su fondo editorial, también escrita por un autor polaco: Ignacy Karpowicz, y aunque hay aspectos que las asemejan, esta es más escueta y destaca sobre todo por un conseguido tono apesadumbrado. Zapatos de tacón italiano consigue arrastrarnos magistralmente de la mano de la visión inocente y sufriente de la voz narrativa. Sé que por haber tirado dos piedras al río uno no puede gritar "sunami", pero me atrevo a decir que en las historias que provienen de este binomio (editorial y autores polacos) siempre han rondado ese pesimismo y esos hombros caídos. Historias sobre la derrota de una nación, de una vida, de una actitud ante la existencia. Pero, a la vez, siempre guardan en su trastienda un afán por aportar algo de brillo a ese paisaje, interior y exterior, tan poco halagüeño que se nos suele mostrar. Como digo me ha podido el entusiasmo, así que tendré que investigar más esta intuición sin mucho fundamento.
Teníamos seis años, pero ya estábamos desalentados e imaginábamos que las influencias de nuestras madres carecían de alcance necesario. Así que a la fuerza tratábamos de confiar en los represores.
Esta novela, profundamente humana, puede entenderse como un ejercicio de introspección que parte de unos recuerdos personales, pero que en su recorrido conecta con territorios universales que están puestos ahí para conmovernos y despertar justo esa humanidad que a veces se nos duerme entre tanta inmediatez afanosa. Porque lo silenciado es lo que de verdad compartimos y de eso está lleno este libro, de aspectos y recuerdos que no se cuentan a nadie y que aquí aparecen expuestos, panza arriba, sin ser juzgados, solo expuestos. Esto lo convierte en un ejercicio de sinceridad, es una novela auténtica y áspera hasta el punto de que escuece y nos hace removernos gracias a que nos damos cuenta de que hay recuerdos no solucionados y aterradores enterrados en todas las memorias y nos cuesta ponernos delante de ellos para mirarlos de frente. Duele, y ese dolor se reconoce entre las páginas de Zapatos de tacón italiano.
Zapatos de tacón que aprietan pero que a la vez nos permiten caminar por territorios ya desaparecidos. Porque no solo se recorren las vísceras de la voz poética que nos desentraña la historia, se nos describe también la dualidad de paisajes en las que esa voz se mueve. La mayoría de la novela transcurre en el infierno gris del maltrato y la negligencia, este paisaje interior corresponde con la vida de la protagonista en su Polonia natal y contrasta con la calma y la libertad que experimenta en sus vacaciones anuales en Italia, la tierra del padre. La extrañeza que habita en el campo neutro entre los dos países es casi palpable en la obra. ¿Por qué esta polarización? Puede ser para introducir una reflexión sobre la naturalidad y que nos demos cuenta de que lo normal no es, ni mucho menos, necesariamente beneficioso y que el ser humano es capaz de convertir en costumbre la más perversa tortura.
Una narración que se aparta del dolor
Si atendemos a la voz narrativa, notaremos que se separa de lo que nos cuenta, quizás para protegerse, a pesar de que la percibimos incapaz de escapar del influjo agorero de lo narrado. Esta distancia, sutil pero efectiva, nos deja el espacio justo para poder paladear la historia sin caer en el regodeo de la tragedia, en un sentimentalismo inane. Nos invita a apreciar, contemplar y respirar ante la dureza de lo que se nos presenta para, una vez bien pertrechados, adentrarnos en la historia e indagar a nuestras anchas.
La minuciosidad, la intensidad de la mirada en primera persona es fascinante, más aún al combinarlo con las dudas personales de esa voz que cuenta. Sentimos, hasta los que tenemos la empatía más descacharrada, la reticencia y vemos como la narradora retoma el pasado para traerlo a un presente difuso. Es complicado de explicar, siento deciros que tendréis que leer la novela, pero Magdalena Tulli desarrolla una extraña, subyugante y ambiciosa forma de exponernos su historia. Juega a acumular vidas y personajes, a relacionarlos con un desapego entre ellos que hiere y es imposible evitar. Capas y capas de tiempo y conexiones, de recuerdos y consecuencias. Vemos acumularse temas y tensiones, estamos deseando que se desate la avalancha, que se destapen todos los silencios y los reproches.
El pasado deja surcos en los que inevitablemente caerá el futuro. Había demasiado pasado y no sabía dónde esconderme de él. ¿En el futuro? Había demasiado poco futuro.
Temas cotidianos y dolores viejos
Siendo como es Zapatos de tacón italiano una obra de no mucha extensión, uno se sorprende de cómo cabe tanto en tan poco espacio. A mí personalmente esta habilidad me parece una de las marcas de maestría en los buenos narradores, me derrito con las novelas que hacen esto, como la ganadora del premio Guillermo de Baskerville de 2015.
Destaca también la capacidad de Tulli para la penetración psicológica y su, por momentos, virtuosa destreza para lo metafórico. Estos dos aspectos enriquecen la narración sin llegar a empalagar o convertirla en algo críptico.
Levantó la mirada hacia mí. Tenía el aspecto de los niños a los que nadie quiere, lo llevan escrito en la frente y no despiertan compasión. Les falta el encanto infantil. No son simpáticos, así que se los mira sin ternura. Como si fueran adultos inmaduros. No hay bastante compasión para todo el mundo.
Sobresalen también las reflexiones sobre el Alzheimer y el papel de la memoria, temas capitales del libro. Como los recuerdos se alinean para conformarnos pero también para confundirnos y dejarnos inermes en un mundo hostil y confuso para el que no es capaz de enfundarse el traje gris de lo normativo. También vemos como este zapato de tacón nos retrotrae a una infancia, la de la protagonista-narradora, que se trata con una minuciosidad sensorial y emocional alucinantes. Asistimos al aislamiento psíquico y físico de una niña, lo experimentamos en nuestras carnes; percibimos la crueldad y la ignorancia de una realidad que gira con una inercia erosiva, pero también una sorprendente capacidad de adaptación y resistencia. Una soledad profunda recorre todo el libro, lo marca y le aporta la tonalidad principal de la que asoman algunos momentos de inocencia y percepción poética que nos salvan.
En definitiva, Zapatos de tacón italiano, es la historia de una mujer diferente en un mundo incapaz de mostrar compasión y, ni siquiera, ofrecer el reconocimiento mínimo que todo ser humano necesita. Un mundo caótico que se plantea problemático para alguien con una sensibilidad afilada a la que se le hace difícil encajar en una rutina de autómata, en una guerra que no se puede ganar. La estrategia tendrá que ser otra y eso es lo que leemos en esta novela: una memoria minuciosa sincerándose y una resistencia que vemos construirse a través del tiempo y el espacio. Heridas que sanan y memorias que son dichas en alto para contribuir a esa sanación.
Recomendable para todos y todas, os afinará la percepción, la sensibilidad y el gusto por las narraciones virtuosas. Que la disfrutéis.