Revista Opinión

Magic Shop: Viaje 1

Publicado el 21 septiembre 2019 por Carlosgu82

El sonido de la puerta de la tienda al abrirse fue suave. Él a penas lo escucho.

Entro cauteloso. Los pies descalzos le dolían y sentía que tenía el perfume de un basurero encima. El suelo blanco estaba tan frío como la noche afuera y le lanzaban punzadas dolorosas.

_ ¡¿Ho…hola?!_ balbuceo.

Todo era tan silencioso que por un momento le recordó a su casa. El único pasillo de la tienda era angosto y llegaba a un mostrador de madera roja.

_ ¡¿Hola?!_ vocifero esta vez un poco más alto, más confiado de que no había nadie allí _ ¿Hay alguien aquí?

Miro a los lados. Las columnas de las paredes tenían retratos de familias colgando. Él notaba la sonrisa de todos en las fotos, parecían felices pero él podía ver la tristeza detrás. Él mismo tenía fotos así en su casa con su madre y hermano, todos sonriendo, mientras en silencio se preguntaba si de verdad su madre lo quería.

No fue hasta que estuvo frente al mostrador que noto que no estaba solo.

La figura era alargada, podría haber sido un hombre muy delgado, o una mujer muy alta. La ropa oscura ocultaba su cuerpo de la misma forma en que la gruesa capucha ocultaba su rostro, dejando solo una pequeña parte del mentón descubierto.

_Un amigo me dijo que podía venir aquí si necesitaba ayuda_ dijo esforzándose en mantener su voz fuerte.

_ ¿Cómo te llamas?_ la voz de la figura era tan ambigua como su silueta.

_E… Elias.

_Si quieres mi ayuda Elias, tienes que pagar el precio.

La figura estiro su mano delgada y aguardo.

_No tengo dinero, ni siquiera tengo zapatos_ respondió Elias.

Le habían robado los zapatos la noche anterior. Justo a dos noches de que su madre lo echara de la casa. En la calle solo había tenido la protección de una cama de cartón y periódicos.

_Algo que amas, por algo que amas_ dijo la figura _es el precio justo.

Elias solo quería volver a su casa, que su madre no lo hubiera echado porque le robaron la laptop.

Él comenzó a sacudir la cabeza en negación, no tenía nada que amaba, pero como si su mente estuviera empujando la idea a través de su negación recordó el peso de la pieza de ajedrez en el bolsillo de su pantalón.

Siempre traía la pieza de ajedrez consigo, su hermano se lo había dado cuando apenas había aprendido a hablar. Era el caballo.

Saco la pieza de su pantalón lentamente. Algo en su cuerpo se negaba a entregarla, era lo único que tenía de su hogar, pero estaba dispuesto a entregarlo para regresar a él.

Cuando dejó el caballo negro sobre la mano de la figura esta lo sujeto y bajo la mano hasta colocarla sobre el mostrador.

_ ¿Estás seguro de tu elección Elias?

_Sí_ no se sentía exactamente seguro pero no tenía nada que perder.

La figura encapuchada dio una pequeña inclinación hacia adelante, casi imperceptible y todo para Elias fue negro por un momento.

Entre un pestañeo y otro la tienda mágica se convirtió en la sala de la casa de su amigo. Elias reconoció el peso familiar de la laptop en su mochila y el olor de su perfume.

_ ¿Te vas a ir o te vas a quedar allí parado?

Elias levanto la mirada hacia su amigo y recordó. Tenía que ir a buscar a su hermano a su práctica de fútbol y lo robaría una cuadra antes de llegar.

_ ¿Te pasa algo?_ le pregunto su amigo al verlo tan aletargado y sonriente, como si estuviera alegre por algo que veía en el medio de la nada.

_Nada_ respondió Elias _Volveré a casa.

Elias salió disparado de la casa de su amigo, y camino. Caminaba con la seguridad de alguien que sabía que todo iba a estar bien.

Cruzo calles y fue por un camino totalmente distinto al que fue la primera vez. El trayecto se le hizo más largo, llegaría tarde a recoger a su hermano, pero su madre no lo echaría de la casa.

El corazón se le acelero cuando llego a la entrada del campo de fútbol y noto una sombra en el suelo. Le costó un momento reconocer el uniforme amarillo y negro de su hermano, siempre le decía que lucía como una abeja. Luego reconoció su rostro, tenía los ojos cerrados, como dormido y la sangre a su alrededor eran sus sábanas.

Elias corrió hasta él, con los ojos empañados en lágrimas y a lo lejos huían los ladrones que debieron haber robado su laptop.


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