¡Ah! ¡Que no lo sabíais? Pero si yo creo que es vox populi... Ahora, conforme te entregan el nuevo dni te dan el título de maestro/maestra con prácticas hechas y todo, sí, sí.
Ah, que me dicen que no, que eso es sólo comprando muffins en el Lidl. Pues no lo entiendo, debe ser que todo el planeta compra últimamente magdalenas ahí. Si no, no entiendo entonces porque tengo la suerte de trabajar en una profesión en la que el resto de mortales sabe más que quienes la ejercemos. No, de verdad, no exagero un pelo, es así.
Yo tengo la extraña costumbre de ir al médico, escuchar lo que ha de decirme y, como mucho y con mucho respeto, preguntarle si no he entendido algo o incluso pedirle que me lo repita.
También tengo la manía de, cuando hago la compra, no indicarle a la cajera si es mejor que me abra las bolsas o no o si es preferible que devuelva con billetes.
Además, soy de las que confío en mi peluquera y, como mucho, le pido que no me seque el pelo con forma porque no me gusta, pero no le indico ni cómo ha de desfilar las puntas, ni cómo ha de cortar o tintar, básicamente porque yo no entiendo.
Para más inri, tengo la horrible manía de consultar con la farmacéutica ante cualquier duda sobre un medicamento, me dejo asesorar en la carnicería y no doy lecciones de escaparatismo a las zapaterías de barrio.
Vamos, que no intento ir de lo que no soy, simplemente porque NO LO SOY.
No, no estoy enfadada, aunque sí un poco hasta los anacardos, que diría mi amigo Paco. Estoy cansada de que tantas y tantas personas, padres y madres o no, opinen sobre nuestra manera de hacer las cosas y que casi siempre sea para criticar, darnos lecciones o menospreciar nuestro trabajo. Vale, sí, el mismo gobierno (cualquiera de los que ha estado en el poder) se ha encargado de transmitir al mundo que, al menos aquí en España, los maestros y profesores somos un cero a la izquierda, y lo ha hecho de una manera muy sutil: manejando leyes educativas a su antojo, cambiando cada pocos años, destrozando las anteriores, jugando con el currículo y no preguntando a quienes de verdad conocen la realidad del aula y la escuela de primera mano. Quizás sea por eso que, de manera subliminal, llega el siguiente mensaje a la sociedad: los maestros y profesores, sobre todo los funcionarios esos que se han currado una oposición para ganarse el puesto, son el último escalón, son unos profesionales cuya carrera es una porquería, que están ahí porque necesitamos que haya "guarderías" para niños grandes.
Pues no señores y señoras, esto no es así. Habrá de todo, como en todas partes, igual que habrá todo tipo de médicos, cajeros y cajeras, peluqueros y peluqueras, conductores de camiones y demás, pero como en tantas otras profesiones, también hay mucha vocación, hay muchas horas de dedicación y dudo que todos los que nos ponen a caer de un burro duraran un día en un aula, con 25 criaturitas si no más, cada una de un padre y una madre, con tantos conceptos que aprender según el nuevo currículo, con ese ritmo frenético que nos imponen los de arriba, los que no están en la clase, y con tanto papeleo inútil y burocracia que resta tiempo y energía para lo que de verdad nos mueve: los niños.
Nosotros, en la gran mayoría, tampoco somos partidarios de tanto libro y cuaderno, ni de repetir año tras año los mismos conceptos, ni de aborregar en la enseñanza, ni de exámenes desde los 6 años, ni de pruebas externas para crear rankings que determinarán qué escuela es mejor... No, no estamos de acuerdo con eso. Lo que pasa es que cuando nos manifestamos y quejamos, los mismos que critican nuestra labor piensan que lo hacemos por el sueldo. ¿Alguien se ha parado a escuchar nuestros mensajes? Pocos. Los pocos papis y mamis, que siempre son los mismos, que nos acompañan de verdad en esta tarea educativa, los que de verdad creen en la comunicación escuela-casa, los que aprecian que intentemos crear en clase a pesar de las trabas cada vez mayores para que todos vayamos a una, tengamos el alumnado que tengamos. El resto, mientras, sigue criticando(nos), opinando para mal, mirando(nos) por encima del hombro, no escuchando, cerrando puertas mientras venden que buscan una enseñanza basada en la felicidad absoluta de sus hijos... Y es por esto que no aceptan cuando sus hijos hacen algo de manera incorrecta, y revierten su enfado contra nosotros, que no somos sus padres y lo único que pretendemos es, además de enseñar los conceptos y demás que nos ordenan, enseñarlos a vivir en sociedad a través de la convivencia en su grupo clase, intentar desarrollar cabecitas pensantes con criterio propio; y de ahí nuestra insistencia en el respeto a unas normas básicas que les ayuden a relacionarse con sus iguales y los adultos.
Es triste que siempre haya algún padre o madre que nos conteste con desdén, de mala gana, que nos ponga a caldo en la misma puerta de la escuela, que dude de nuestra continua formación y pretenda que nos formemos de lo que ellos consideran que debemos formarnos, porque suelen ser los mismos que proclaman a los cuatro vientos la educación tan abierta, tan de valores y tan llena de amor que están dándole a sus hijos. A mí esto me parece una falta de respeto enorme, y también de confianza.
Insisto, si no estáis de acuerdo con el sistema, quejaos a quienes lo montan. Nosotros somos marionetas que han cortado los hilos a pesar del riesgo, y seguimos siendo maestros por vocación, no por las vacaciones. Nunca salimos puntuales ni a la hora de comer ni por la tarde, nos llevamos mucha faena a casa, no dejamos de idear mientras estamos criando a los nuestros, a los que muchas veces robamos tiempo para dar calidad a los vuestros. Y lo hacemos porque queremos, porque nos gusta, porque esta profesión, a pesar de los pesares, nos da la vida.
Sólo pido pues un poquito de respeto y confianza, igual que les mostráis al cartero, la panadera, el peluquero o el doctor, a quienes no les decís ni cómo han de hacer su trabajo ni cómo han de tratar a su clientela. Y si de verdad, a pesar de los pesares, sentís la firme necesidad de hacerlo, entonces es momento de que os planteéis un cambio de escuela, o el "homeschooling" que tan de moda vuelve a estar; porque si no hay confianza como punto de partida en una relación, la relación se va a pique. Y esto no deja de ser una relación de dos que tienen un proyecto común que llevar a cabo: formar personitas con valores que sepan vivir y convivir en sociedad y que adquieran los conocimientos básicos para tener una mente crítica, un criterio propio y unas ganas de tirar "palante" siempre y a pesar de todo.
A mí no me regalaron mi puesto de trabajo, y por eso me dejo la piel en él cada día. Por eso también valoro el trabajo de todos y cada uno de los profesionales del sistema, y no me creo con el derecho a decirles ni cómo deben hacerlo ni qué deben saber. Si no me gusta lo que veo, cambio, no hay más. Será porque me crié en un hogar donde se me inculcó que el respeto a los demás es la base de cualquier sociedad, y en el que de verdad sentí el acompañamiento escuela-casa en todo momento. No se trata de dejarnos aborregar y de aceptar porque sí, se trata de valorar, respetar y confiar. Y si esto es así es entonces cuando, como dirían muchos de los que nos critican, todo fluye...
CON M DE MAMÁ y MAESTRA