Al mal se le combate porque de no hacerlo, irremediablemente, gana. Y el mal tiene como aliados la cobardía, el miedo o, incluso, la falta de estímulos para hacerle frente. El mensaje, planteado así, no parecería encajar en una novela para primeros adolescentes y, sin embargo, dependiendo de cómo se escriba llega de igual forma pero adaptado a lectores de diez años en adelante. Es lo que ha hecho Maite Pagazaurtundúa en su novela “Aralda” (Espasa) invitando, abiertamente, a la superación personal.
Su libro, como casi todos, tiene varias lecturas. A simple vista es una historia de misterio, con fantasma malísimo incluido, para jóvenes adolescentes que gira en torno a dos hermanas, que acaban de instalarse nuevamente en España y han dejado atrás su vida en Ginebra. Llegan a la casa familiar, una antigua mansión en la que viven sus abuelos y ocurren cosas extrañas que “nacen” de un antiguo y olvidado pasadizo, en el que habita el mal en estado puro, y al que la mayor, Manuela, tiene que enfrentarse, la autora explica qué ha querido expresar.
Pero la narración, escrita por petición directa de las hijas de la autora, no es una historia más, en ella, Maite Pagazaurtundúa, ha volcado sus ideas sobre la maldad que hay en el mundo y cómo la perciben los niños y cómo les puede ayudar el aprender a reconocer esas señales, todo ello muy bien encajado en un relato de aventuras, misterios y amistad.
La autora, hermana del policía asesinado por ETA, Joseba Pagazaurtundúa, ha vivido en propias carnes parte de lo que ahora vuelca en esta novela y, como todo, depende de la forma de contarlo. El resultado es una libro ameno, de entretenida lectura, armonioso y actual, pero ante todo, de mensaje positivo y de lectura más profunda.