Edición:Siruela, 2008 (trad. Celia Filipetto)Páginas:114ISBN:9788498411812Precio:16,00 €Leído en versión original (Mal di pietre).
El amor no llega cuando uno quiere. Tampoco llega, por fuerza, con el matrimonio, el lecho compartido. Ni con la buena voluntad. Y, sin embargo, qué importante es el amor, o, más bien, qué importancia le da la cultura occidental, qué papel tan grande se le otorga pese a ser, a veces, tan difícil de encontrar, y tan fugaz cuando al fin surge. Sobre todo, si eres una mujer nacida a principios del siglo XX en una sociedad patriarcal y religiosa donde las oportunidades de libertad escasean. Esta idea se plantea en Mal de piedras (2006), la novela más notable de Milena Agus, con la que dio un gran salto en su carrera y fue publicada en muchos países. La autora, de padres sardos, nació en Génova en 1955, pero vive en Cagliari y forma parte de la llamada nueva literatura de Cerdeña, junto a otros escritores traducidos al castellano en los últimos años, como Michela Murgia (La acabadora) o Marcello Fois (Estirpe).No conocemos el nombre de la protagonista: es, simplemente, Abuela, porque está narrada en primera persona por su nieta. Esta, una mujer de hoy, reconstruye la historia de su abuela, a partir de lo que le contó, pero también de aquello que le ocultó, y que ha conocido después a través de otras fuentes. La autora acierta al apostar por este punto de vista: la procedencia de cada dato sobre la abuela aporta más información sobre ella, es decir, ella quería que se recordara lo que explicó a la nieta, pero corrió un tupido velo sobre lo que le resultó demasiado doloroso. Tanto las palabras como los silencios dicen mucho del personaje, y Milena Agus capta esas gradaciones. Además, nadie mejor que la nieta, con quien la abuela mantiene una prudente distancia generacional, para recoger con empatía las confesiones de una mujer que, a juzgar por la moral rígida de su tiempo, no habría sido lo que se considera ejemplar.La abuela nació en Cerdeña a principios del siglo XX y siempre fue una chica incomprendida: le gustaba escribir, una afición que su familia desaprobaba, por lo que lo hacía a escondidas. Hubo algún episodio sombrío en su juventud, y no se casó hasta la treintena, cuando ya se la empezaba a tachar de solterona. Contrajo matrimonio con un comunista, un hombre honrado pero tosco, con quien nunca experimentó el amor (ni viceversa). La alianza, en cualquier caso, les convenía a ambos, por lo que siguieron adelante a pesar de la oscura insatisfacción que iba apoderándose de ella. Para empeorarlo todo, no conseguía quedarse embarazada. Su «mal de piedras» (cálculos renales) es lo que la llevó a pasar una temporada en un balneario, en los años cincuenta, sin su esposo. Y, sí, allí curó sus males, los del cuerpo y los del alma.Esta novela es la historia de los dos hombres de la vida de una mujer, su marido y su amado, al que conoció en el balneario. Este último, casado como ella (la belleza del amor efímero, evocada casi como una ensoñación) encarna los valores opuestos a su esposo: un hombre cultivado, atento, que la insta a escribir. La guerra lo dejó lisiado, por dentro y por fuera, pero ella descubre delicadeza en él. Los dos son seres heridos, marginados, aunque no por ello exentos de ternura, como los personajes de Carson McCullers. No obstante, Milena Agus no se limita relatar lo acontecido en el sanatorio, a pesar de que de entrada pueda parecer que en eso consiste el grueso de la obra. El libro, en realidad, más que seguir un hilo lineal, se construye con múltiples capas que robustecen esta trama a priori tan sencilla: en lugar de seguir adelante, en línea recta, cada nuevo episodio añade matices a la situación, le da un par de vueltas, hace que se perciba de otra forma, enfoca un detalle inadvertido. Y así hasta el final, con una elegancia que no deja de asombrar. El estilo es concentrado, de frases largas, poético, salpicado de dialecto sardo. Un texto, en suma, muy bien elaborado.
Milena Agus
He empezado el comentario con una reflexión, y termino con otra también muy presente en la novela: el hombre del balneario duró un rato, mientras que la vida de la abuela comprende muchas más cosas. Este es otro acierto de la autora: aun dejando claro que esa relación la marcó para siempre, no narra otra historia de fatalidad, sino que construye a una mujer que sigue viviendo, con sus cargas, con su presión, pero sigue. La de Milena Agus es una literatura profundamente intimista, aunque no por ello «blanda» ni cursi. Al contrario: es una narradora inteligente, fina y sutil, capaz de meditar sobre temas tan sobados como el amor o el paso del tiempo dándoles una luz nueva. Si fuera un cuadro, Mal de piedras sería una pintura impresionista: tiene esa riqueza de colores, la textura densa, el efecto de imprecisión que da el emborronamiento. Muestra los contornos de las figuras, los insinúa, pero sin revelarlos en toda su claridad. Porque, como la propia narradora descubre, nunca se llega a conocer por completo al otro, y plasmar esta incertidumbre en una novela no deja de ser una demostración de talento.