Muchas veces los padres cometemos el error de pensar que nuestros hijos solo por ser niños no tienen tantas preocupaciones como nosotros. En su mundo no hay hipotecas, ni exigentes jefes, ni fines de mes. Lo que se nos olvida es que en su mundo sí hay profesores malhumorados, niños revoltosos o nuevas y muchas veces frustrantes situaciones que no comprenden del todo bien.
Sus problemas son para ellos tan importantes como para nosotros los nuestros y por lo tanto habrá días que, al igual que los adultos, tengan un humor de perros.
De lo que se trata es de saber lidiar con él y para ello lo más importante es empatizar con nuestro hijo, ponernos en su lugar y enseñarle a manejar estas emociones.
Mal humor crónico o puntual
Ante todo hemos de observar si se trata de un mal humor pasajero provocado por algún hecho circunstancial o se trata de algo que se repite de forma habitual. En este último caso habrá que prestar especial atención, preguntar en la escuela o fijarnos en como actúa en casa para saber que le provoca este pesar. Y es que estar de mal humor no es nada agradable y puede estar causado porque se ha roto nuestro juguete favorito o porque hay un niño en clase que no me deja en paz.
A la hora de tratar con él en este estado es importante hablarle con calma, con cariño, respetando sus emociones e incluso dejándolo tranquilo si sabemos que así se le pasará. Hemos de empezar a tratarlo como nos gusta que nos traten a nosotros. Porque, al fin y al cabo, estos momentos malhumorados solo nos indican que está creciendo, que va siendo cada vez más consciente de lo que le rodea, y no siempre le gusta.
Causas del mal humor en los niños
Enfado, aburrimiento, mal humor, forman parte de su proceso de aprendizaje, y como padres nuestra tarea es enseñarles a reconocerlos e intentar que manejen estas situaciones de la mejor manera posible. Deben saber que nosotros también tenemos días malos y podemos indicarles algunas pautas para llevar mejor esos malos momentos. Por ejemplo, realizar una actividad que nos gusta, salir a dar un paseo, hablar con un amigo, o simplemente desahogarse con sus padres, deben saber que estamos ahí para ayudarles también en sus malos ratos. Por ello es tan importante ponernos en su lugar, identificar su estado de ánimo para no agravarlo reaccionando de forma inadecuada ante su mal humor.
Da igual si cuando era un bebé era risueño y alegre, o en cambio era más bien serio y con fuerte carácter. Cuando llega el momento de ponerse de mal humor nuestro hijo va a estar igual de afectado, pero si lo conocemos podremos ayudarle a lidiar mejor con él en función de su personalidad. Quizá nuestro bebé risueño vuelva sea un niño sonriente que destierra el mal humor leyendo un nuevo libro o ese pequeño hombrecito se tranquilice saliendo a jugar al parque.
En lo que al mal humor se refiere la única receta que funciona es la paciencia y el apoyo, eso sí, si la cosa se alarga en el tiempo sin que hallemos respuesta no está demás visitar a un especialista por si subyacen otro tipo de causas.