Hay algo que me desespera y es no mejorar aquello que es mejorable sin grandes esfuerzos y sin grandes dispendios económicos. Desde luego que los catalanes podemos pedir el Estatut y otras zarandajas pero una noticia reciente muestra que un tercio de ellos seguirán siendo unos catetos dentro de unos años cuando "salten al ruedo de la vida". No estarán preparados y si esta crisis se prevé larga cuando acaben de estudiar seguirán sin poder "progresar adecuadamente".
En La Vanguardia del 13 de Junio, la periodista Maite Gutiérrez nos resume los resultados de las pruebas de evaluación de sexto de primaria con unos resultados desoladores. El alumno ya fracasa antes de la ESO, es decir en primaria. El 30% fallaban en castellano, el 30% no sabe lo mínimo para pasar a secundaria y un tercio no han superado el examen de inglés. Después de este desastre el Conseller d´Educació Ernest Maragall debería pedir un año sabático (perdón, perdón me he equivocado;un año sabático no porque seguiría cobrando de Conseller ¡Dios me libre! - debería presentar la dimisión por promocionar catetos catalanes) e irse a Finlandia (un país con igual número de habitantes que Catalunya) a ver cómo se lo montan para ser los primeros de Europa en estudios de los jóvenes. ¡Ah! Según esta periodista tampoco han encontrado profesores para impartir inglés en los colegios catalanes. Soberbio, con lo bien que se vive y trabaja en Catalunya...
¿Los maestros son tan malos docentes?¿Los alumnos son cortos de mente?¿El "sistema" es erróneo?¿La política de educación es un fiasco?
Hace falta un diagnóstico y un tratamiento rápidos o, de lo contrario, cuando haya acabado la crisis en otros países los borregos nacionales llegarán mal preparados.
De golpe, nuestro país se ha vuelto loco buscando emprendedores pero recortando las partidas de I+D. Realmente es para "cagarse" (siento ser tan grosero); y para no dilapidar más dineros públicos yo seguiría el "sabio" consejo de Miguel de Unamuno: ¡Qué inventen ellos! y nosotros seguir tirándonos lo platos a la cabeza, tumbados a la bartola y chupar del minibote resultante esperando a ver si vienen turistas a visitar las ruinas del boom ladrillero.