Algunas veces aparecen de repente en nuestra cabecita, otras, la mayoría, simplemente es un impulso, algo a lo que nos lanzamos instintivamente, sin pensarlo y casi siempre sin medir las consecuencias. Cuando, por esas casualidades de la vida todo funciona, nos vanagloriamos y presumimos de nuestro infinito ingenio o de nuestra valentía sin limites, pero cuando deviene el desmadre por culpa de esos pequeños detalles, esos ínfimos indicios que indican que aquí algo no esta bien, recordamos esa casi inaudible vocecita interna a la que solemos llamar “sentido común” que nos dice: “Mala idea”