Me siento mujer malabarista. Hace varios días que tengo empezado y pensado un budín de pan. Algunos informes a medio redactar. Correos por enviar. Plantificaciones a escribir. Entre todo lo que quiero hacer está disfrutarlo a mi cachorro. Y esto es lo de mayor importancia.
Me cuelgo acostándome a jugar con él, viéndolo disfrutar y descubrir a todo instante. Amamantándolo cada vez que él lo requiere. Atesoro sus brazos estirados pidiendome atención, contención, upa. Me gusta ser su nave para descubrir el mundo. Adoro su cara de plena felicidad cuando me ve volver del trabajo.
Pese a todas estas cosas que me maravillan y enamoran, tengo que luchar contra mí misma. Es como si en estos días me hubiera desdoblado. Hay una parte de mí, quizás por responder a las presiones externas o quizás solamente por querer cumplir mis viejos sueños, que quiere hacer siempre otra cosa. Alguna otra cosa, de las tantas que adeudo. Y este quiebre interno me duele.
Siento que finalmente no logro estar en ninguna de las dos situaciones bien, claro, cuando estoy en casa. Afuera, en mis momentos de trabajo formal es diferente. Sin embargo, ya me he ido con lágrimas por dejarlo reclamandome.
¿Les pasa?
Hoy vino mi mamá al final de la tarde. Fue un alivio. Me hace falta tribu tangible, manada. Brazos que se ocupen de darle atención mientras yo descanso de mi papel por un rato haciendo alguna otra cosa. Todos dicen que la maternidad te cambia la vida. Yo me siento mas malabarista que antes, mas que nunca. Y es que busco un equilibrio que no se si existe, pero que es parte de dos mundos, un equilibrio que unifica mi mundo y el mundo del ser que me hizo mamá.
¿Si podré? Quien sabe! aunque no de mas, lo intento