El Málaga CF sella su pase a la fase de grupos de la Champions al arañar un 0-0, gracias a la tremenda seguridad defensiva, que hizo inútiles los esfuerzos del PanathinaikosPellegrini leyó bien el partido de un equipo que está entre los 32 mejores de Europa. Toulalan y Camacho, colosales.
Nadie olvidará nunca la fecha del 28 de agosto de 2012 ni el escenario: el Oaka Spyiros Louis de Atenas. Ni Zeus ni los demás dioses griegos ni todo el Olimpo pudieron con un equipo albiceleste que había hecho la mayor parte de los deberes el pasado día 23, cuando venció por dos a cero al Panathinaikos (significa «el de todos los atenienses»).Con el pitido final del danés Tom Harald Hagen (con apellido de helado), un sudor frío recorrió mi cuerpo, unas lágrimas brotaron de los ojos y me quité la espina clavada de 2003 frente al Boavista en Lisboa, cuando el Málaga CF cayó en la tanda de penaltis de la UEFA.La voz de los 96 malaguistas que animaron sin cesar desde una grada baja posterior a los banquillos se oía con más fuerza que la de los hinchas griegos, que nunca se cansan de cantarle a su equipo, pero a los que le sobran las bengalas y los insultos.Con el cambio obligado de Ignacio Camacho por Enzo Maresca, Manuel Pellegrini no quiso arriesgar lo más mínimo, no hizo más variaciones, y mantuvo al bloque ordenado atrás, con disciplina espartana para salir a la contra tras los continuos robos de balón. Era una malla perfectamente tejida hasta la circunferencia central pero con la defensa adelantada para que no hubiera fisuras. «Máxima concentración», como dijo el chileno. Los malaguistas sabían de su mayor capacidad para dominar la posesión, pero preferían dar la iniciativa al conjunto heleno, que a medida que avanzaba el choque se desesperaba cada vez más.Jesualdo Ferreira, que parecía en los primeros compases más preocupado de no encajar un gol que de marcar el primero, incrustó al ya recuperado Katsouranis como mediocentro, pero a veces simulaba ser un quinto zaguero. Llegadas y más llegadas de los blanquiazules que a la media hora ya habían merecido el primer gol, el de la puntilla a la eliminatoria, con doblete de ocasiones de Fabrice, Isco y Eliseu, además de un posible penalti sobre el portugués (sigue cayéndose al suelo a destiempo) y un cabezazo fuera de Demichelis.Sin noticias del «Pao», sobre todo gracias a la solvencia defensiva de Toulalan y Camacho, una pareja cada vez más infranqueable. Sólo faltaba una punta de velocidad arriba (no se le puede exigir demasiado a Fabrice) o una mayor puntería de Isco (sorprendía con sus cambios de ritmo) o Eliseu (por velocidad se adentró mucho en el área para ponerle el lazo al regalo de la Champions).Las bengalas disminuían con el paso de los minutos. El «infierno» de años atrás parecía una calderilla. Ante tal demostración de fútbol-control, Ferreira quitó a su compatriota Zeca para meter al joven extremo Mavrias y que éste apoyara algo más al marfileño Ibrahim Cissoko. El primer atisbo de peligro rival llegó en un libre directo de Lazaros Christodolopoulos en el 58 que se fue por encima del travesaño.Pellegrini metió al siempre incisivo Juanmi por Fabrice. El coineño, nada más entrar, dispuso de una gran ocasión, tras un carrerón de treinta metros de Isco, pero se entretuvo demasiado y tras un rebote en él paró Karnezis.En los últimos veinte minutos, Pellegrini lo tuvo claro: balón al medio campo contrario, a retenerlo el máximo tiempo posible. Joaquín e Isco se encargaban de ello. Ferreira se la jugó y decidió jugar con un solo pivote (el tinerfeño Vitolo) para meter a Marinos. Arreciaron con más fuerza que nunca los gritos de «Málaga, Málaga». Es el sueño hecho realidad. En el Olimpo griego.