Revista Cine

Malaria

Publicado el 11 enero 2013 por Nacho_c

El Lejano Oeste fue en un tiempo una tierra inexplorada y virgen, donde el espacio sobraba y el que llegaba decidía hasta dónde abarcaban sus posesiones. Una tierra de oportunidades.

Había cactus e indios a los que había que matar porque si no llegaban por la noche a la granja, violaban a las hijas y cortaban la cabellera al vetusto padre que, como mucho, lograba disparar contra la oscuridad su fiel Winchester con unas manos ajadas por los años y más acostumbradas al azadón y la cuerda. Era un Oeste en blanco y negro de La Diligencia, de John Ford, de Cecil B. deMille, de John Wayne y del Hombre que mató a Liberty Valance. De este género nació el Plano Americano.

Unos años más adelante llegó el Oeste en color. Brillante, saturado, el de la noche americana, el de las gotas de sudor que brillaban como perlas sobre hombres que agraviaban o protegían a actrices sobreactuadas. Los vestidos, como si fueran de domingo, siempre impolutos y la comunidad era un redil idílico perturbado por algún bandido esporádico. Las peleas se coreografiaban hasta parecer un baile, ahora vistas hacen reír o dan pena, depende del humor de cada uno, y había Siete Novias para Siete Hermanos.

Pero aquello no podía ser y fue un género que moría poco a poco, aunque no definitivamente. Iba de la mano del peplum y de las historias bíblicas hacia un almacén silencioso donde descansaba el Expresionismo Alemán, Méliès y compañía. Mientras tanto la atención se ponía en las ciudades, en el cine negro, en la comedia y el musical.

Entonces fue el momento de dar un puñetazo encima de la barra del saloon. Entre zarzaparrilla y alcohol de quemar se gira un tipo sucio, mal encarado y que volvía a tener la presencia arrolladora de la que disfrutara John Wayne. Clint Eastwood, El Bueno, el Feo y el Malo y Sergio Leone nos enseñaron un Oeste más cercano a la realidad. La suciedad, el calor, el polvo y el sudor pegajoso. Las capas raídas y la barba de pocos días. Los dientes cariados y el olor a sudor. Los que subsistían de lo que daba la tierra y los que sobrevivían robando y matando. Lo que hizo Christopher Nolan con Batman ya lo hizo el italiano con todo un género y le dio un nombre: Spaghetti Western. ¡Y lo hizo en Almería! De aquí se extendió el uso del primerísimo primer plano sobre los ojos de los actores.

Desde entonces se pueden ver las buenas películas de este género como botes oxidados sobre una valla. Bailando con Lobos, Sin Perdón, Valor de Ley, Rápida y Mortal o El Asesinato de Jessie James por el Cobarde Robert Ford. Y un día cualquiera te encuentras algo distinto hecho por un brasileño, Edson Oda. Utilizando técnicas como la ilustración, el stopmotion, el comic, el origami (plegado de papel), el kirigami (recorte de papel) y la ilustración nankin. De lo mejorcito que he visto últimamente. ¡Enhorabuena Edson!


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