(AE)
En Uganda, todos los 26 de Enero se celebra el día del Movimiento Nacional de Resistencia (NRM en sus siglas inglesas), heredero del Ejército Nacional de Resistencia al frente del cual Joweri Museveni tomó el poder del país en 1986, un poder que – contrariamente a sus promesas – se ha resistido a dejar ya que alguien (no me acuerdo si fue Gaddafi o Fidel Castro, tanto da) le convenció de que “los verdaderos revolucionarios no se jubilan.” En este día se rememoran las “gestas” del ejército que echó del poder al presidente militar Tito Okello, el cual había tomado el poder de Milton Obote, un presidente que, como su predecesor Idi Amin Dada, hizo todo lo posible por eliminar a los que no eran de su cuerda, dejando al país en cada caso hecho unos zorros.
La llegada de Museveni y su ejército supuso en un principio algo de orden y de estabilidad en un país que había sufrido ya demasiada violencia. Lo que pasa es que hay dirigentes que se enquistan en el poder y, aunque hayan comenzado de buena manera la gestión del país, el “régimen” se convierte más tarde en un fin en sí mismo. Es curioso que en el país se celebre una fiesta nacional para conmemorar el que hasta 1995 fue el partido único, el que ahora sigue ganando elecciones descaradamente, gracias a la inmensa maquinaria estatal y los recursos financieros que salen de ella. Es verdad que Museveni y su partido trajeron estabilidad económica y credibilidad internacional gracias a la gran cercanía con los Estados Unidos (Museveni pasó de la órbita marxista a la capitalista en poco tiempo), pero esa historia de éxitos no está libre de sospechas y de manchas.
Hoy, el régimen no es otra cosa que una cleptocracia altamente sofisticada, sin principios morales ni líderes que puedan hacer sombra al jefe, una jaula de grillos llena de escándalos que salpican a toda la clase dirigente, comenzando por la “familia presidencial”, y ahora más aún teniendo en cuenta que se han descubierto grandes yacimientos de petróleo en la zona del Lago Alberto y ante tal perspectiva las moscas más poderosas han acudido a la miel. Sólo nos queda encomendarnos a todos los santos del cielo para que esto no termine siendo un nuevo golfo de Guinea, con un pueblo empobrecido pero rodeado de riquezas petrolíferas de las que no se beneficiará por obra y gracia de una clase política que hará todo lo posible por quedarse incluso con las migajas del pastel.
Volviendo al evento que nos ocupaba: el día de la celebración del partido gubernamental es sin lugar a dudas una ocasión de oro para llamar a unos cuantos representantes internacionales y escenificar la unión de Uganda con otros pueblos y naciones y... ¡cómo no! el primer invitado que le viene a la mente a Museveni es el presidente ruandés Paul Kagame, persona como todo el mundo sabe completamente íntegra y libre de sospecha y gran luchador por los Derechos Humanos, encarcelador de opositores, terroristas y genocidas (obviamente, mientras estos no pertenezcan a su cuerda)y como ven, un paladín de la justicia que tiene a Ruanda (otro ejemplo de estabilidad) hecho un país modélico en la economía pero gobernado con mano de hierro en lo social. Kagame y Museveni son buenos coleguillas, se deben mucho el uno al otro y esa complicidad refuerza aún más su amistad, ya que no hay nada que una tanto como ayudarse mutuamente a barrer algo debajo de la alfombra. Para regocijo de los presentes, el amigo Kagame recibió una condecoración nacional, el Collar de la Perla de África y un par de medallas más, entre otras razones “por su contribución a la paz.” Como decían los Les Luthiers... “qué se puede añadir que no se haya dicho... o que SÍ se haya dicho.”
Y el segundo invitado de honor para las magnas celebraciones del partido es el ínclito Teodoro Obiang Nguema (conocido en Guinea Ecuatorial como “el padre de Teodorín”), actual presidente de la Unión Africana ( una peña de próceres de pata negra que ya de por sí merecería un post) y presidente de un país que – para sorpresa de propios y extraños – puede tener una renta per cápita de 14.000 dólares y vivir su gente en la más absoluta pobreza. Obiang también recibió su Collar, esta vez por méritos propios. Traduzco literalmente y sin acritud alguna las palabras del presidente: “[Obiang] ha sido ejemplar a la hora de determinar el crecimiento y la estabilidad [del país]y ha mantenido un gobierno democrático que debería ser reconocido.” Según mis informantes presentes en el acto, a nadie de entre el público le entró la risa floja, todo un ejercicio de autocontrol personal y de fidelidad a las consignas del Gran Timonel. Por si fueran pocos estos méritos, el presidente Museveni justificó el galardón al líder ecuatoguineano “alabando al gobierno de Guinea Ecuatorial por el cabal uso de los beneficios del petróleo, particularmente en el desarrollo del sector eléctrico y de recursos humanos.” Dios mío bendito, qué sarta de memeces.
Pero no sé de qué me espanto. El refrán dice aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”, pues nada, que el querido Museveni siga disfrutando muchos años de amigos tan íntegros, tan cabales y con espaldas tan anchas. Es ya demasiado mayor para poder hacer caso a quien le advierta de que debe de tener cuidado con las malas compañías... Seguro que seguirá cultivando amistades de entre aquellos que nunca le criticarán ni le mirarán mal y le echarán una mano cuando se trate de sacarle de algún enredo. Pero cuidado, que torres más altas han caído y la historia da muchas vueltas... que se lo pregunten si no al flamboyante Rey de Reyes libio – tan intocable, tan seguro de sí mismo y tan amigo de sus amigos – el cual terminó su reinado en una tubería polvorienta, cazado como una rata de alcantarilla.
Pues eso, que él disfrute de tan ilustres visitantes que no hacen otra cosa que dar más lustre si cabe al magno evento. Al resto de los mortales que tenemos que sufrir sus dislates... que Dios nos coja confesados.