Janet no entendía por
qué nunca tenía suerte en el amor. Cansada de su desdicha y de buscar
respuestas a algo que parecía escaparse de su razón y entendimiento, llegó a la
conclusión de que debía estar maldita.
Así que en su afán de limpiarse de malas
energías, puso patas arriba su piso en busca de cualquier resto que hubiera quedado
allí de alguno de sus exnovios. Encontró el jersey de
Jeff, un peluche de Marcos, varias fotos de Tom, un libro de Pitt, una postal
de Neil y otras cosas similares de Fred Lewis, David y John.
Las metió todas en una
bolsa, las colocó en una papelera y las roció de alcohol, lista para prenderles
fuego. Lo que no esperaba era que con ellas también ardieran sus cejas,
pestañas y la mitad de su salón. Por suerte, los bomberos habían conseguido
controlar el fuego a tiempo y, tras una dura reprimenda, la dejaron para que
pudiera limpiar.
A pesar de lo ocurrido
se sentía feliz, pues estaba segura que tras el fuego y la lejía, ninguna mala
energía podría sobrevivir.
Revista Cultura y Ocio
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