Ya nos da igual; ya estamos vacunados, inmunizados. Cada mañana el soniquete de la radio; las portadas de los periódicos; los informativos de mediodía; a todas horas solo recibimos una avalancha de malas noticias.
Y veo a la gente que se acostumbra, que ya nos parece normal la ración diaria de esta crisis gestada por ávidos especuladores que se están forrando con primas de riesgo, manipulaciones de los mercados bursátiles, calificaciones de países y economías interesadas. ¿Hasta cuándo?
Pero en esa esfera de pesimismo global, cada uno de nosotros vive, sufre estos momentos en otra órbita, la personal, la más cercana. Ya sea en carne propia, en familiares y amigos que esta depredadora situación va devorando.
Miren a la gente que camina por las calles; miren a esas madres de familia que apesadumbradas van a los mercados, a las tiendas y que ahora tienen que volver a alimentar a unos hijos que basculan por esta vida sin trabajo. Esos hombres que pueblan plazas y bares, ociosos un martes por la mañana.
Por eso rescato una vieja canción, de letra fácil, pero que logra dos objetivos: devolverme a un recuerdo de tiempos mejores y activar un plan de rescate para mi rebeldía.
Disfrútenla si tienen 7 minutos de tregua.
Puzzle Bobble
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