En esta oportunidad traemos ejemplos provenientes de bandas o artistas más adscriptos al mainstream y también algo más centrados en los '60 [algunos de los '50, algunos de los '70].
Vamos acomenzar por una tapa que también apareció en el post de Cuando el arte ataque.
Este es un álbum recopilatorio editado en 1966 para el mercado norteamericano por el sello Capitol. Conocida como The Butcher's Cover [la portada del carnicero] es hoy un objeto de colección y hasta cierto punto una rareza, especialmente por la historia que está por detrás. Las fotografías provienen de una sesión de fotos experimentales que The Beatles realizaron en el estudio del afamado fotógrafo Robert Whitaker el 25 de marzo de 1966 en su estudio de 1 Le Vale, Chelsea, Londres. El objeto inicial de Whitaker fue realizar una parodia acerca de la fama, metáfora de descuatrizamiento, en un tono algo surrealista. Fue John Lennon quien insistió en que una de estas fotos de Whitaker se pusiera como carátula del recopilatorio Yesterday And Today, al parecer como forma de protesta por la carnicaría que Capitol hacía de sus discos en las ediciones norteamericanas. El disco salió con esta portada pero fue rápidamente sacado del mercado por Capitol y se sustituyó por otra fotografía más acorde con el perfil comercial de la banda. No obstante, algunos miles de ejemplares sobrevivieron a la censura ya que habían sido vendidos antes de la orden de retiro del mercado. No obstante, casi 50 años después, cuando Capitol decidió remasterizar sus ediciones a comienzos de este año, Yesterday And Today volvió a editarse con la Burcher's Cover y un suplemento en papel con la portada sustituta. No hay duda de que la portada del carnicero despierta desagrado y que podía no ser apropiada en aquel entonces [hoy en día es inocua al lado de otras imágenes en tapas de discos], pero tengamos en cuenta que las fotografías tenían originalmente otro destino.
Ya que hablamos de censuras, veamos otro caso en que una portada sustituyó a otra, aunque la tapa definitiva es un prodigio de falta de creatividad.
En 1968 los Stones sacaron a la venta un álbum de estudio que resultaría ser un compendio de varios de sus mejores temas [Sympathy For The Devil, No Expectations, Street Fighting Man, por ejemplo], cuyo título es Beggars Banquet. Su portada original mostraba las paredes grafiteadas de un baño con la visión parcial de tuberías, un retrete y un rollo de papel higiénico en uso. El aire escatológico que tenía esa portada llevó a que fuera luego censurada y sustituida por una ascéptica imagen, que de tan inocua es irrelevante y francamente carente de altura para ser tapa de una banda como esta. La simulación [queremos creer que deliberadamente falta de imaginación] de una tarjeta de invitación con tipografía inglesa a lo que sería un banquete [con indicación de confirmar asistencia] no hace sino caer en la ñoñería y en un dudosísimo sentido del buen gusto, dado que ese fue el motivo por el cual se censuró la tapa original: el atentado contra el buen gusto. Se ha indicado que también ha habido en esta tapa una especie de contrarresto irónico respecto al White Album de The Beatles, aparecido pocos días antes de la edición original, pero es más verosímil creer que se trató de falta de creatividad en base a preconceptos y gusto artístico estereotipado de los directivos de DECCA.
Y sigamos con los Stones, en este álbum de 1975, Metamorphosis, un disco que no es propiamente de los Stones, sino el aprovechamiento por parte de Allen Klein del catálogo Stone luego de que estos rompieran con él y con DECCA. Es un recopilatorio de materiales desechados en los '60 que como saldos y retazos se intentó sacar un último jugo a viejos temas. La portada parece aludir a la Metamorfosis de Kafka, pero su vuelo intelectual no va más allá de un roce superficial, ya que la temática del álbum - sin unidad conceptual alguna, sino un mero rejunte de pistas descartadas - no tiene nada que ver con la obra literaria en cuestión. Si bien la utilización del grotesco en las artes visuales swiempre ha estado presente como posibilidad, en este caso resulta un tanto gratuito y desconectado de lo que debiera ser un álbum. Concepto complicado el de la portada, porque debió convertir a la banda en sexteto, haciendo que Brian Jones y Mick Taylor aparezcan juntos ya que en las pistas las hay con uno y con otro. La idea de la banda como insectos antropomórficos que se esconden tras caretas de los Stones humanos no resulta tampoco una idea muy atractiva ni relevante. [Dirección de arte, Richard Roth]
Es cierto que desde mediados de los '50, en que se comenzó a producir para un mercado adolescente y juvenil con algo más de capacidad de consumo, se realizaron muchísimas tapas con el mismo formato, es decir con la imagen de la banda o del artista intentando generar seducción sobre el público. Y es cierto también que las hubo y habrá peores que las que presentaremos a continuación, pero estas resaltan porque se trata no de cualquier artista segundón sino de quien fue modélico para tantísimas bandas y uno de los inspiradores para la gran explosión juvenil que ocurrió en Inglaterra a comienzos de los '60. Por algo lo llamaron El Rey, y su trascendencia está fuera de discusión. Pero también fue un producto de la industria discográfica y un resultado de los manejos de su manager, el Coronel Parker.
Este álbum de Navidad fue editado en 1957 y goza de una absoluta falta de originalidad, apelando a todos los lugares comunes relativos a esa festividad, especialmente enfatizando la idea de regalo, poniendo como el único sin empaquetar el disco de Elvis. Los demás regalos pueden ser cualquier cosa, pero el disco es de Elvis, no de otro. De cualquier forma, el trabajo de diseño es pobrísimo, y revela que lo importante era vender unidades del producto y no valorizarlo a través del diseño.
Siguiendo con Elvis y el año 1957, tenemos este recopilatorio de éxitos en singles de 1956 y 1957, con temas tan célebres como Hound Dog, Jailhouse Rock, Heartbreak Hotel o Love Me Tender. Discos de Oro en su carrera rejuntados en un álbum que a su vez llegó al Disco de Platino. Todo a pesar de su deplorable carátula con el 'originalísimo' recurso de hacer colgar los Discos de Oro enmarcando el retrato de Elvis con su mejor sonrisa para la foto. Un esfuerzo de falta de ingenio.
Aquí se trata del disco con las canciones del film King Creole, de 1958, protagonizado por Elvis Presley, dirigido por Michael Curtiz, co protagonizado por Walter Matthaw, sobre libro de Harold Robbins. La tapa no podía ser más estereotipada. Lo que más cuenta es la imagen cinematográfica del artista, en un gesto más que estudiado para humedecer jovencitas. Incluimos esta portada por la artificiosidad y por ser una evidente estrategia de marketing sin detenerse en absoluto en el valor artístico del producto.
El mismo recurso y el mismo objetivo que en el caso anterior, pero este correspondiente a 1962, la banda sonora original del film Girls! Girls! Girls! La imagen tan estudiada como la anterior, con el agregado de que de aquel joven rebelde que estremecía sexualmente y al que llamaban Elvis The Pelvis no queda ya más que un producto domesticado y rendidor, estimulando los mismos centros vitales de sus fans aunque de un modo socialmente más aceptado. Así su incusión por el cine muestra a jovencitos que protagonizan historias livianas con moralejas decentes, tratando de mostrar al chico-que-cualquier-madre-querría-para-novio-de-su-hija. Como carátula lo más cercano a la originalidad que posee es la tipografía, el resto es un recital de lugares comunes y pereza de diseño.
Cómo será la cosa que en ninguno de los cuatro casos anteriores se deja constancia de los nombres de los diseñadores, los fotógrafos o los dibujantes, seguramente porque la tapa es de una importancia secundaria desde el punto de vista artístico.Prosigamos con otros artistas icónicos de los '60, en este The Beach Boys. En una traducción no muy literal pero bastante ajustada, serían Los Playeros, lo cual suena más a nombre para combo de música tropical. pero estos playeros tuvieron muy buen nivel creativo y rivalizaron seriamente - especialmente Brian Wilson, su núcleo compositivo - con The Beatles. No obstante, no siempre las tapas estuvieron a la altura de su música y aparecen algunos engendros como los que siguen.
Es una típica tapa de Navidad con aire familiar, con jóvenes prolijos en vestimenta y peinado en torno al árbol que simboliza esta festividad, es decir, sin nada nuevo en cuanto a imagen y sí mucha redundancia respecto a los referentes modélicos, a los estándadres socialmente admitidos. Lógicamente la utilización de los valores tradicionales es muy apta para la promoción de ventas, aún para aquellos jóvenes que despuntaban entonces como rebeldes. [No hay datos acerca de la identidad del diseñador o del fotógrafo, si es que no se deben los dos delitos a la misma persona]. El álbum es de 1964.
Esta es una tapa típica del estilo portaretratos múltiple, cuyo único recurso consiste en una partición de la portada para contener imágenes tipo instantáneas. Es cierto que hay muchas tapas por el estilo pero no todas se hacen con el mismo esmero. En este caso no hay mucho esfuerzo, utilizando fotos de los músicos quizás en un modo random y prometiendo en la portada que en el interior hay un poster con 15 fotos más provenientes de los fans. No es que la idea sea mala, pero a nuestro juicio resulta malograda. El disco es de 1965.
Además de que podrá sorprender por lo adolescente de los hermanos Gibb, este disco de 1965, que aparece destacando a uno de los Gibb con el acompañamiento de los otros, apareciendo por primera vez con el nombre de la banda, esta tapa es pasmosamente ingenua. Los niños buenos, cual duendes del bosque, en una fotografía que ni divertida es, aunque, reconozcámoslo, es emblemática de toda una época. Tambien admitamos que las hay peores, pero de grupos menos relevantes y notorios [aunque este sea el disco debut y aún no lo fueran]. De cualquier forma lo que podría haber sido un bochorno y un ridículo en gente más grande, se perdona en jovencitos que a esa altura daban cualquier cosa por empezar a despuntar. Ni rastros del diseñador.
Casi cuarenta años después, en 1993, los mismo Bee Gees lanzan este disco Size Isn't Everything, que posee una tapa al menos malograda. Cierto es que la tapa se acerca bastante a la estética de la transición de los '80 a los '90, pero es de esas imágenes que dicen bien poco acerca del contenido musical y mucho acerca del marketing discográfico. Parece ser que el producto que se vende es la banda en sí y no su música. De cualquier manera, la fotografía no es original nio por su concepto ni por su tratamiento. Imágenes distorionadas las hay a montones en tapas de discos, pero en este caso, parece proceder de una perezosa utilización del Photoshop más que de una manipulación creativa y diestra de la óptica. El fotógrafo es Andy Earl [quien se encargó de fotografías para álbumes de Simple Minds, Cranberries, UB40, Duran Duran, entre otros, con resultados notoriamente mejores], no sabemos si también se hizo cargo del diseño.
Luego de haber tenido álbumes con muy buenas y originales portadas, varias de las cuales se basan en dibujos de su autoría, encontramos esta recopilación de Hits, en el formato de Ultimate Collection, que sin embargo decepciona en la portada que abusa del collage con bordes difuminados intebntando fusionar en una sola imagen varias fotografías que darían una escenografía a ese niño aparentemente asombrado. Como pasa con otros casos, el recurso está muy visto, pero es muy difícil que se logre algo realmente bueno. En realidad queda como un pastiche sin mucha coherencia ni unidad visual. Pero ya se sabe que cuando aparece un recurso nuevo [y en 1999 esto era novedoso] se lo explota aunque más no sea para probarlo. No hay datos del diseñador, y quizás ni siquiera haya uno.
Un caso por el estilo es este disco de Aerosmith, con título homónimo al nombre de la banda, editado en 1973 como álbum debut. Solo que sin los recursos informáticos de 25 años después y valiéndiose de los recursos gráficos tradicionales. De cualquier modo es una tapa que no tiene equilibrio, por exceso de nubes o por carencia de dimensión de la imagen del grupo. Teniendo en cuenta de que es un álbum debut, quizás los músicos, aún desconocidos hubieran requerido algo más de destaque para hacerse conocer. El título/nombre despegado de la imagen crea una incómoda separación que contribuye aún más a la falta de unidad que toda la carátula tiene. Quizás esa sea la palabra adecuada para los efectos visuales que provoca: incómodo.
Este es un álbum recopilatorio editado en 1988 que posee la condición de querer destacar lo valioso del contenido, como gemas, pero hacerlo a través de un dudoso buen gusto. Empezando por una composición de la portada que queda totalmente disociada entre el logo de arriba y esa especie de tipografía en forma de pulseras o gargantillas [¿de diamantes?] que además emiten unos destellos demasiado simulados. No es que la música de Aerosmith sea el colmo del refinamiento, pero la tapa resulta bastante grotesca. Aún así alcanzó el Disco de Oro, lo que indica que la música resulta bastante más atractiva que su envoltorio. [A propósito, el diseño y el packaging estuvo a cargo de Ken Fredette y Lisa Sparagano].
Este es un álbum de estudio 20 años posterior al debut, de 1993, y que inevitablemente hace pensar en alguna vaca famosa en tapa de discos [Atom Heart Mother de Pink Floyd]. Pero mientras la de Storm Thorgerson para Pink Floyd echaba una mirada reinterpretativa a una obra del norteamericano Andy Warhol [que también incursionaba en el diseño de tapas], la de Aerosmith de este Get A Grip se centra de un modo más directo, material y en parte brutal, no sobre la vaca en sí sino sobre la aplicación de un piercing en el pezón de una vaca, con alusión bastante directa, por indicación del título, a que una mujer haga lo propio, en una asociación que, por lo menos, resulta bastante sexista y de dominación, reforzado por la marca de herraje en el anca de vaca con el logo de la banda. Más allá de que la foto es buena, el concepto es bastante desgraciado. Otra vez, soprendentemente, el diseño es de Hugh Syme, un diseñador de altísimo nivel, aunque la foto no le corresponde a él, y a decir verdad, es bastante poco el trabajo de diseño que lleva esta tapa por encima de la fotografía de base.
El penúltimo álbum de Queen, The Miracle, editado en 1989 y que parecía proclamar la esperanza de una mejoría en la salud de Freddie Mercury, se presentó como un álbum en el que lo importante era la música de la banda como unidad. Al parecer la tapa quiso proclamar lo mismo y quedó lo ue quedó. El diseño de Richard Gray se realizó a partir de la tecnología digital disponible a partir del Quantel Paintbox, que permitía la fusión de imágenes diferentes en un proceso de morphing muy utilizado para TV y videos. La conjunción de los cuatro integrantes de Queen en uno solo obtiene aquí una resolución demasiado obvia pero además morfológicamente bastante grotesca. Aquí tenés un ejemplo de cómo se puede lograr algo más coherente, con la misma idea fusionar las caras de los integrantes de una banda en una sola cara.
No fue esta la única vez que en un disco de Camel se usó esta idea, pero sí la más fallida de todas [las otras aún por un pelo se salvan]. Pero este diseño despojado pero no minimalista es realmente el compendio de la pereza de diseño. Está bien la asociación de la señal de tránsito con la idea de un pavimento arrugado, con jorobas, como los camellos, pero la realización es en exceso pobre, diríamos que hasta mezquina. Como edición retrospectiva realizada 20 años después de la fecha declarada en la tapa muestra también, no una sencillez de lenguaje gráfico, propio de las señalización, sino directamente un facilismo de no hacerse mayores problemas. [Al parecer, las arrugas del camino se comieron al diseñador de la tapa]
Los álbumes de Al di Meola han tenido, en general, muy cuidado es aspecto de la portada. Nos podrán gustar más o menos, pero se reconoce que la mayoría de ellos tienen un nivel técnico artístico destacado. Sin embargo, hay excepciones y las que traemos aquí son, a nuestro juicio, las más notorias. Passion, Grace & Fire es el título de este álbum de 1983, a cuya portada parece faltarle todo lo que el título proclama. Parece un diseño a las apuradas, como para salir del paso. Y además involucra a sus dos más distinguidos colegas en la guitarra, con quienes tocó múltiples veces: Paco de Lucía y John McLaghlin.
Este es un destacado disco de di Meola, de 1993, procedente de su etapa de exploración de músicas y sonoridades exóticas a su origen más jazzístico y bluesero, enganchando con la música del gran músico argentino Astor Piazzolla. Las fotografías de la tapa, debidas a Nathaniel Welch, Rob Allen y John McLean, aluden todas al ambiente tanguero y orillero de Buenos Aires [se cuela alguna foto del Mago, Carlos Gardel, esta debida seguramente a José M. Silva el fotógrafo uruguayo - gallego de Gardel] y están bien. Sin embargo, el tipo de collage fotográfico que sale del diseño de Michelle Laurencot aparece como un conjunto dispuesto de modo poco agraciado, medio revoltijo, compositivamente poco efectivo, ya que da la impresión de un amontonamiento de muchas imágenes 'típicas' que por separado podrían funcionar más que todas rejuntadas en un intento fallido de dar color local al conjunto.
Bien amigos, por hoy es suficiente. Tengo la leve impresión de que más de una de estas portadas serán discutidas. Repito que la intención en estos posts es diferente a los que los inspiraron y buscamos no el aspecto humorístico del asunto sino ver casos en los que falla el resultado, o se queda a mitad de camino, en bandas o artistas en los cuales la portada resulta las más de las veces un aspecto más cuidado.
Nos encontramos pronto.