Condenas millonarias
Pero el mal ya estaba hecho. De momento, 8.000 pacientes han tenido que sustituir sus prótesis defectuosas en Estados Unidos [en España se desconoce el cálculo exacto] y las denuncias han empezado a caer en cascada: 12. 140 hasta hoy. En previsión de lo que se le avecina, la compañía ya ha reservado 2.500 millones de dólares para hacer frente a posibles indemnizaciones. Las dos primeras, recientes, han sumado 8,3 y 11,2 millones de dólares. Y no es el único referente desgraciado. En Reino Unido se han llegado incluso a producir amputaciones. «Pero, pese al fracaso y a la prohibición en Estados Unidos, y también en Australia, algo que todo el mundo conocía, en España se siguieron colocando [aquí fueron implantadas entre julio de 2003 y agosto de 2010, año en que fueron retiradas] en 70 hospitales públicos y privados», asegura Ortiz, letrado de Margaret, al que le siguen llegando nuevos casos por semana y ya tiene en cartera cuatro nuevas demandas de españoles afectados por las prótesis de cadera.Antonio Ozaez, albañil de 45 años, casado y padre de dos menores, es otro de los perjudicados. Las muletas han sido sus piernas durante siete dolorosos años. «Uno termina creyendo que nos han tratado como a conejillos de Indias», reflexiona desde su casa de Moncada i Reixac, a las afueras de Barcelona. Su calvario comenzó en una obra tras caerse de un caballete. Los médicos fueron directos con él: o se ponía una prótesis de cadera o se quedaba inválido. Antonio, fuerte como un roble, aceptó sin pestañear ir al quirófano. «Maldita la hora», clama ahora. «Los dolores de la prótesis me carcomían, ni los analgésicos conseguían calmarme. No podía caminar, tenía que valerme de muletas». «Yo le rogaba al cirujano: quíteme esto de encima... Me di cuenta de que ya nunca más volvería al trabajo que nos había dado de comer».Antonio, autónomo de la construcción, tuvo que despedirse para siempre de las paletas y el andamio. Quedó incapacitado de por vida para su oficio, con 537 euros de pensión por la seguridad social, la mitad de lo que le hubiera correspondido si fuese mayor de 55 años. Un dinero escaso que completa hasta los 1.000 euros haciendo de monitor de disminuidos físicos y psíquicos jóvenes en la Fundación Tallers. «Gracias a que en marzo de este año por fin decidieron quitarme la maldita prótesis y ponerme otra, de momento, voy tirando. Ya veremos qué pasa con mi hígado, mis venas o mis músculos. Las prótesis defectuosas como la mía, me han dicho, desprenden cromo y cobalto que contaminan el organismo, y nunca se sabe bien por dónde va a salir el problema. Es como vivir con la espada de Democles en el cogote».Las consecuencias de esta contaminación tóxica las encarna la enfermera inglesa Margaret, llegada desde hace ya más de tres décadas a España, donde plantó raíces. Lo dice la sentencia dictada por la magistrada Rosa Fernández Labella: «Es evidente que la prótesis liberó metales [cromo y cobalto] de tal forma que se produjo una metalosis en la zona que obligó a su retirada». La metalosis produce una destrucción de los tejidos del organismo (músculos, huesos, tendones...) y favorece la aparición de infecciones.[La agencia internacional de la salud mundial para la investigación del cáncer, la World Health Organization Internacional Agency, clasifica los iones de cobalto metálico como «posiblemente carcinógenos» y los de cromo como «carcinógeno»].Dice más la sentencia: que DePui, la división de ortopedia de Johnson & Johnson, ha admitido que «este tipo de prótesis presentaban una tasa de revisiones mayor de lo esperado, por lo que procedió a iniciar la retirada voluntaria de los productos ASR», porque provocaban un «aflojamiento de componentes, infección, fractura ósea, luxación y sensibilidad al metal». Problemas de tal entidad, continúa la magistrada, que el cirujano de Margaret, doctor Pascual Codelso, «consideró imprescindible» retirar la prótesis porque le había necrosado los tejidos circundantes de la cadera, y las tasas de cromo y cobalto en sangre «rozaban los límites valorados como muy anormales», concluye el auto.
El remero
«Yo me rompí la cadera pero ellos me han roto el espinazo». Es la manera que tiene Carlos de resumir en palabras su via crucis. Porque este gallego de 33 años, deportista amante del remo, tuvo que dejar su puesto de acuicultor en Pescanova, donde cultivaba doradas y rodaballos, y renunciar a las paladas. La prótesis que le pusieron en la cadera derecha no sólo le ha limitado los movimientos --«Me cuesta mucho andar, no puedo estar de pie más de unos minutos...»-- sino que ha intoxicado su sangre de manera importante. «Los análisis dicen que tengo metales en la sangre, 50 veces por encima de lo normal», cuenta él. «A mi edad ya no puedo hacer planes. Sé que no podré volver a trabajar como acuicultor porque eso requiere moverse mucho entre las jaulas y pasar bastantes horas de pie. No los sé, es todo muy incierto...».El policía con muletas
Un plan parecido al se que se vio obligado el policía municipal Antonio Gutiérrez, casado y con tres hijos. Tuvo que dejar de patrullar las calles de Marbella hace siete años, con 54, cuando recibió la prótesis defectuosa. «Además de perder la salud, dejé de ingresar dinero. Me quedé sin las horas extras, sin los festivos... Y ya me ve usted, con dos muletas», dice con resignación, recién llegado a casa del hospital tras pasar este miércoles la última revisión.Al agente Gutiérrez tuvieron que extraerle la prótesis que en principio le iba a solucionar los problemas causados por la osteoporosis. «Me puse tan contento...», recuerda. Pero además de producirle intensos dolores y limitar sus movimientos, resultó que la solución lo estaba envenenando. «El médico estaba preocupado porque me habían encontrado cantidades de cobalto y cromo seis veces superiores a las admitidas. Y eso, me dijeron, podría afectar a alguno de mis órganos, incluso a las venas».El 15 de noviembre pasado a Gutiérrez le quitaron la prótesis. «Tuve tantos problemas en los últimos siete años que mi cabeza empezó a pensar en lo peor, hasta tuve psicólogo. Gracias a Dios que lo superé y en el trabajo me dieron un puesto de estar sentado en una oficina. Gano mucho menos pero ya tengo 61 años. Nos vamos apañando con lo poco que entra en casa».En el bufete de Emilio Ortiz (emilioortizabogados.com) los teléfonos echan humo estos días. «Son llamadas de afectados de todos los rincones del país», aclara. No es que todos ellos terminen poniendo una demanda, pero la mayoría sí lo quiere. Esto de las prótesis ha sido un descontrol que lo han pagado en su salud decenas de enfermos. ¿Cuántos? La información es muy opaca y esto es la punto del iceberg».Johnson & Johnson y su filial DePui han confirmado a Crónica que recurrirán la sentencia de Margaret. Es más: en respuesta a las preguntas de este suplemento, DePui ha asegurado que «el sistema de cadera ASR [el mismo que se implantó a 3.000 personas en España, entre ellas a los protagonistas de estas historias] fue diseñado y desarrollado correctamente». Aunque viene a reconocer, textualmente en un correo electrónico, que «la compañía lamenta que no alcanzara los resultados esperados en sus pacientes». Preguntada si ha reservado, como ya hizo en EEUU, una partida de dinero para afrontar posibles indemnizaciones futuras en España, deja en el aire la respuesta: «El programa de retribución de EEUU no tiene relación con el procedimiento judicial en España», concluye la multinacional.«Yo me rompí la cadera pero ellos me han roto el espinazo», que dijo el acuiultor Carlos.Ver vídeoEste obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.