Sigo viéndomelas para encontrar tiempo para todo, si leo no reseño, y si reseño no leo, además llevo una temporada que parece que los virus, y bacterias me han cogido mucho cariño, porque encadeno resfriados y gripes, estas dos ultimas semanas me han tenido fuera de combate, mi cabeza abotargada era incapaz de escribir, y había días que incluso no lograba entender nada de lo que leía, como resultado he tenido que aplazar un par de lecturas, por esa incomoda sensación de que me estaba perdiendo algo.
No puedo decir que esté recuperada pero al menos he tenido fuerzas de sentarme ante el teclado para comentaros Maldita Verdad de Empar Fernández. A la autora la conocí con su anterior novela La última llamada, ya entonces me pareció que manejaba el sentimiento de la culpa con una elegancia y una destreza fuera de lo común y con esta constato que pocas personas son capaces de retratar un sentimiento tan destructivo de forma tan real y verídica.
Me llamó la atención la portada, quizás porque en casa tengo adolescentes y ese chico con la capucha de la sudadera puesta mientras parece que arrecia la lluvia me es cotidiana, y no porque llueva mucho en mi tierra, si no porque mis hijos no suelen usar paraguas y usan como protección la capucha de la sudadera o de la chaqueta que lleven en ese momento.
Cómo en su anterior novela Empar me ha llevado a un bucle en el que el que la culpa se enseñorea, en que destruye a la persona en la que se aloja, que llega a ofrecer cuanto tiene para descubrir el porque de la situación que vive, pero aquí este sentimiento lo comparten al final varias personas y todas en mayor o menor medida llevan su cruz, muchas veces sin que las otras sepan que van en el mismo barco.
Mientras la leía se me puso muy mal cuerpo, quizás porque empatice tanto con Olga Bernabé que pensaba que en cualquier momento me podía pasar algo así a mí, porque yo también tengo un hijo de 17 y casi todo lo que se expone al principio me sonaba a dejà vu, a familiar, esa desidia, ese desapego de unos chicos que comienzan a ser adultos y dueños de sus propios problemas, que en ocasiones ven a sus padres como auténticos estorbos. Me desesperé como Olga, y quería saber tanto como ella, y luego cuando yo sabía más que ella deseaba que nunca supiera la verdad, porque en ella no siempre se haya consuelo, puede traer un dolor aún mayor.
Maldita Verdad es una novela que impacta, en la que es imposible no sumergirse y dejarse llevar por la trama, en la que el lector hay momentos en que va a la par de la protagonista y otros unos pasos por delante, en que no siempre se comprende como actúan sus personajes hasta que la historia vira para dejar al lector atónito, hubo momentos en que pensaba que hubiera hecho yo en la situación de cada uno de los personajes.
La Autor@:
Empar Fernández nació en Barcelona, es escritora de ficción y ensayo, profesora y columnista deprensa. Con su primera incursión en la ficción, Horacio en la memoria, obtuvo el XXV Premio Cáceres 2000. Entre los títulos que han sido mejor acogidos por crítica y público se encuentran: Para que nunca amanezca, Hijos de la derrota, Mentiras capitales y Sin causa aparente. Es coautora, junto a Pablo Bonell Goytisolo, de la serie de novelas negras protagonizadas por el subinspector Santiago Escalona y del thriller Hombre muerto corre.
Ha sido finalista del Premio de Novela Fernando Quiñones con la obra El loco de las muñecas y ganadora del Premio de Novela Corta Rejadorada con La cicatriz. Fue finalista del Premio Medellín Negro 2013 y del Ciudad de Carmona 2014. También en 2014 inició su particular trilogía sobre la culpa con tres volúmenes de novelas autoconclusivas en la colección misterio Offversatil. Tanto la primera La mujer que no bajo del avión, como la siguiente, La ultima llamada son historias urbanas y oscuras protagonizadas por personas que nunca creyeron que acabarían viéndose implicadas en un crimen. Tanto en ellas como en Maldita verdad no hay una investigación policial, si no una intriga psicológica completamente desnuda de artificios.
Sinopsis:
Desde su divorcio, hace ya varios años, Olga Bernabé convive con su hijo Daniel, que se ha convertido en un desconocido de 17 años con el que apenas cruza alguna palabra. Una noche de finales de septiembre, Olga regresa a casa a medianoche, agotada tras una larguísima jornada en el hospital en el que trabaja y sintiéndose más sola que nunca. Comprueba que Daniel no ha cenado y que está acostado en su habitación con los auriculares puestos. Decide no despertarlo, pero que descubrirá al día siguiente la impulsará a conocer la auténtica vida de su hijo.
De la mano de Raúl Forcano, un investigador en ciernes, retrocederemos en la vida de los protagonistas, hasta llegar a un suceso que quizás sea mejor seguir ignorando. Conocer la verdad resultará para los implicados una verdadera maldición.
Mis impresiones:
Creo que lo que caracteriza las novelas de Empar Fernández al menos de las dos que he leído son sus personajes cotidianos, todos y cada uno de ellos podrían ser vecinos nuestros, amigos, compañeros de trabajo, gente tangible, gente de la calle, y las situaciones que viven, no podemos decir que sean normales, pero tampoco que nos sean extrañas ni ajenas del todo, y lo que nos une a nosotros con esos personajes es que ninguno pensamos nunca en encontrarnos en una situación semejante.
Pero en la vida no siempre te tocan cartas buenas y si tienes una mala mano tienes que saber jugarla para no perder demasiado en la partida. Olga no es una mujer con suerte, es más bien una mujer cansada, que cada día lucha por salir adelante y por darle lo mejor a un hijo que cada día le es más extraño, con el que apenas cruza dos palabras, ni comparte espacios a pesar de vivir bajo el mismo techo.
Quien puede decir que haya días que no se haya sentido como Olga tan cansada que se haya ido a dormir sin ni siquiera cenar ni dar importancia a que su hijo estuviera dormido sobre la cama con los auriculares puestos, vestido e incluso con zapatillas, cuando la relación es tan distante y el cansancio tan acusado todo el mundo evita confrontaciones inútiles, las pospone, el ser humano sabe de supervivencia muchísimo, de ahí que muchas veces actuemos sin saber muy bien porque...
Pero lo que descubre al día siguiente la deja desmadejada, rota, y con una sola vida, descubrir quien era en realidad su hijo, que le atormentaba tanto para tomar una decisión tan drástica y sin posible vuelta atrás. Olga no es ni la sombra de lo que fue, y ese imagen la plasma muy bien Empar a traves de la narración, conforme va avanzando notamos como la mujer cada día es menos dueña de si misma. Poco ayuda que la policía haya cerrado el caso, y que su ex marido y padre de Daniel con más medios económicos que ella se niegue a seguir adelante. Ella busca una salida y en ella encuentra a Raúl Forcano a un estudiante de Criminalistica, con tres asignaturas pendientes que lucha por independizarse.
Raúl es ese joven que podemos encontrar en cualquier barrio, sin blanca, con una edad en que añora tener su propia casa, un trabajo con el que mantenerse, un sueño que está más alcance de su mano cuando decide restaurar el piso de su abuela y casi al mismo tiempo le llueve del cielo un trabajo. Como todo joven no tocado por la diosa Fortuna Raúl tiene dudas sobre su valía, sobre su capacidad para descubrir lo que Olga le pide. A pesar de todo decide aceptar el trabajo y comienza por el entorno más cercano al chico.
Profesores, alumnos, amigos, no parece que haya mucha gente dispuesta a ayudar, más bien parece que todos intentan poner palos a la rueda y el que se aplica con mayor ahínco parece ser el padre del chico, tanta frialdad asusta. Es como si nada fuera con él, el conformismo con el que asume el destino de su hijo abruma, sin embargo terminas comprendiéndolo, terminas por redimirlo, incluso por sentir una pena inmensa por el papel que le ha tocado desempeñar en ese drama y que el asume encantado con tal de que la verdad no salga a la luz.
En medio de una investigación que no parece avanzar unas notas ponen en alerta al detective en ciernes, Daniel recibe una cada 29 de mes, con una frase escueta, que siempre se repite, y lo único que varía es el tamaño de la fuente. Esas notas parecen tener un significado tanto para la madre del chico como para el padre, para ella un recuerdo amargo que no puede relacionar con lo que le ha pasado a su hijo, para el padre la necesidad de evitar un daño mayor.
La culpa es un sentimiento que destruye y todos y cada uno de los personajes que aparecen en esta novela tienen su parcela, parece que buscan la redención en el conocimiento de esa verdad o bien en esconder la misma. Y nos podríamos preguntar que culpa podría sentir el investigador, pues aunque no lo parezca el también tiene su parcela y su dilema, que conforme avanza la trama se acrecienta, y se hace más grande.
Nos encontramos ante una novela pausada, que va transcurriendo sin grandes sobresaltos ante nuestros ojos, y sin embargo nos llena de inquietudes, de miedos, de pena en ocasiones, no necesita Empar utilizar grandes artificios para tocar nuestro corazón, no necesita de un crimen, ni de grandes investigaciones, tan solo el discurrir de una cadena de errores con consecuencias en el tiempo.
La autora hasta casi el final utiliza una narración lineal, incluso cuando el investigador se acerca a sus amigos y profesores, estos se remontan a unos cuantos meses atrás, tiempo presente, tarda en aparecer la conexión con el pasado, ese que siempre vuelve, y ahí si que nos encontramos saltos, la historia no se recompone hasta casi el final de forma líneal, tenemos pistas, piezas de un puzzle que no terminan de encajar y al final tenemos la clave, esa ultima declaración con el porque del comportamiento de ese personaje en cuestión.
El amor, la culpa, la redención, están muy presentes en esta novela, en la actuación tanto de los personajes principales como de los secundarios, la autora de ellos nos desvela únicamente lo que necesitamos para entenderlos, para comprender su forma de actuar y todos lo hacen de forma muy creíble, desde el primero al último, no son personajes de ficción, son personajes reales, de los que podemos encontrar cualquier día en una cafetería tomando un café.
No puedo decir si esta es la mejor novela de la trilogía de la culpa, porque me falta leer la primera, pero si puedo decir que Empar se ha ganado un sitio en mi estantería, que cada vez que publique estaré pendiente para leerla, creo que es una autora a tener muy en cuenta en el noir español, o en el gris asfalto como ella prefiere denominarlo.
Conclusión:
Con Maldita Verdad descubrirás que saber, que conocer que se esconde tras una actuación inexplicable no siempre es el mejor camino para descansar, para comprender, que hay verdades envenenadas que merecen no ser desveladas. Que todo comportamiento por extraño que parezca puede tener un porque, una explicación a veces más lógica de lo que creemos, y que no hay acto de amor más grande que aquel te sume en el ostracismo.
Pocas veces una portada ha sido más adecuada, aunque para comprenderla haya que adentrarse en la trama y desvelarla. A través de esos 28 capítulos cortos y menos de 300 páginas Empar nos ha transportado a la desdicha de una familia y a una ciudad Barcelona, aunque esto sea lo menos importante, porque de los enclaves solo obtendremos ligeras pinceladas.
Si quieres entrar en una historia que no te será indiferente en la que terminarás empatizando con todos los personajes a pesar de sus distintos grados de culpa, esta es tu novela. No me importaría que Empar pensara seriamente en iniciar una serie que tuviera a Raúl Forcano como protagonista, como investigador principal... porque pienso que es un personaje que lo merece