La mantequilla si está cara, dijo una señora en una cola en un mercado informal en la esquina de Madrices, en el centro de Caracas.
—Tranquila doñita –terció un señor recién llegado a la cola– una semanita más y todo esto se acaba. Aguante.
Eso fue el jueves 25 de agosto de 2016. Una semana después se daría la famosa “Toma de Caracas”, así llamada por la dirigencia de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Las expectativas dentro y fuera del país eran de violencia, de desastre y de muerte. Apocalypse Now. Esa expectativa fue creada por un aparataje comunicacional hegemónico aliado con la derecha que le hizo creer casi ciegamente al señor de la cola (y a miles de personas más) que al gobierno de Nicolás Maduro le quedaba “una semanita”. Y con la ida de Maduro habría mantequilla para todas y todos, barata y cremosita. La actitud del chavismo fue primero de cautela porque hay que verle la cara a un millón de personas, a menos que sean seguidores virtuales de algún famoso en Twitter. Se planificaron, con éxito de asistencia y entusiasmo, concentraciones rojas en varios estados del país durante el mes de agosto, mes en el cual la oposición se dedicó a montar su toma de Caracas, que nunca fue toma ni fue en Caracas, ni era para exigir un revocatorio.
Fue así como llegamos al 1-S con dos grandes grupos humanos expresándose. Uno en la avenida Bolívar de Caracas apoyando al Gobierno y otro en el este de la ciudad. Los acontecimientos se “sobrevinieron”. No lograron reeditar los hechos de abril de 2002 por varias razones. La principal es que aquel golpe que fue montado, planificado y soportado en los medios de comunicación privados cuenta ahora con una “contra”. El chavismo tiene medios para expresarse. El blackout informativo que tanto les sirvió en el pasado ahora no es posible. La Coordinadora Democrática, perdón, la MUD, sigue contando con sus cañones comunicacionales, pero, al igual que en 2002, se tropieza con la realidad. La hegemonía comunicacional de la derecha dentro y fuera de Venezuela les funciona a la perfección hasta que… la foto no aparece. Su gente les respondió, como siempre.
Mis respetos para ellas y ellos. No fueron un millón, pero se hicieron presentes. Solo que esta vez el guion no le funcionó a la dirigencia. No hubo sangre, no hubo muertes.
El triunfo de la paz, que fue la ganadora el 1-S gracias al pueblo venezolano, dejó al descubierto la falsedad, la irresponsabilidad con la que actúa la MUD. Quienes llegaron a la avenida Libertador esperando el “Día D”, se enojaron ante la cantinflérica (y que me perdone Cantinflas) posición de la dirigencia de la MUD. Vayan a cacerolear, yo no fui fue Teté, marchamos el martes, revocatorio ya, Bernabé le pegó a Muchilanga, era jugando, tranquilos que lo tumbamos la semana que viene… Ningún tartamudeo, ninguna excusa fue suficiente. #Maldita MUD fue replicado millones de veces. El enojo no fue nada escuálido.
Sigamos.
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