En la facultad de Económicas me explicaron hace años que el marketing es una técnica empresarial que analiza los gustos y necesidades del comprador potencial para hacer más atractivo el producto y mejorar sistemas de venta y publicidad.
Pero eso era antes, hace mucho tiempo, pero hoy es la técnica para convencer a idiotas para que compren algo que no les hace puñetera falta, sin pensar como actitud general, pero sobre todo sin pensar si eso encaja o no en sus gustos y necesidades.
Parece ser que hasta los años 40-50 después de la II Guerra Mundial el marketing se acercaba bastante a la definición que me dieron en la facultad, pero a alguien, probablemente de Harvard Business School, se le ocurrió la brillante idea de utilizar los conocimientos de que ya disponían y los que adquirirían en el futuro, no para mejorar el producto y los métodos de venta, sino para modificar y generar gustos y necesidades al comprador potencial. La idea fue creciendo década tras década y lógicamente fue espoleada por una segunda idea que se añadió diabólicamente a la primera y que se basaba en invertir el proceso, es decir en vez de diseñar un producto adaptado y en función de lo que quiere el consumidor lo que se hacía era diseñar o modificar un producto de la forma que era más favorable a la empresa desde varios puntos de vista, coste, posición en el mercado, limitaciones logísticas, etc. y una vez diseñado se metía en el cerebro del consumidor la idea fija de que tenía necesidad perentoria de aquel producto y le gustaba horrores. Así empezó la historia negra del marketing, que fue empeorando más y más al crecer el poder de las multinacionales, en el que el consumidor ya no es el rey cuyos gustos y necesidades se analizan sino el ratón de laboratorio al que se le condiciona y entrena para que haga y compre lo que ellos quieren.
El marketing y la publicidad abusiva está cada día acorralándonos. A veces tengo la sensación de que soy una presa de caza contra la que un montón de publicistas están determinados a disparar anuncios incómodos y molestos. En mi opinión los expertos en marketing perdieron hace tiempo el sentido de la medida y continuamente están cavilando nuevos métodos con los que disparar anuncios contra nosotros. No he entendido jamás como pueden ser eficaces, por ejemplo, los anuncios que aparecen en internet que la mayor parte de las veces interrumpen algo que estamos haciendo y nos inducen a insultar gravemente la madre del tipo que nos mandó el anuncio, y para que el cabreo sea mayor, cuando uno se instala un bloqueador de publicidad, en algunas páginas, en especial de periódicos, aparece un aviso a página entera exigiendo que se desconecte, e incluso algunos acusan de insolidarios a quienes utilizamos bloqueadores.
Algo parecido ocurre con la sumamente estúpida publicidad por teléfono, que quien la inventó no debía tener muchas luces y quien la puso en marcha era un imbécil perdido. En mi caso he pasado por cuatro fases, primero me apunté a todas las listas de los que no queremos publicidad por teléfono, que evidentemente no sirven para nada y llaman igual, después de entrada decía de manera amable que no me interesaba, después empecé a hacer lo mismo pero con insultos de los gordos y finalmente no contesto cuando me llaman por el teléfono fijo y solo por el móvil porque puedo anular automáticamente llamadas entrantes de números concretos.
También por culpa del maldito marketing agarro un inmenso cabreo cada vez que voy al Corte Inglés. El gran éxito de dichos almacenes y probablemente la razón de su rápido crecimiento se debe en parte a que estaban organizados de manera que cuando uno entraba en la tienda con la idea de comprarse, por ejemplo, unos pantalones, localizaba con suma facilidad el lugar donde estaban todas la marcas y modelos y solo faltaba tomar una decisión según precio, calidad, modelo, etc. Pero llegó el maldito marketing moderno que hace de las marcas los grandes dioses aunque algunas marcas vendan verdadera mierda a un precio carísimo, y se modificó la distribución de las plantas del Corte Ingles que ya no están organizadas para facilitar la compra al cliente sino para satisfacer a los dioses de las marcas, y ahora para comprar los mismos pantalones revisando todas las opciones tal como se hacía antes cómodamente, uno tiene que patearse toda la planta visitando las tiendas de las marcas una por una. Gracias a esto antes compraba bastante en el Corte Inglés y ahora hay años en que ni me acerco un par de veces.
Otra consecuencia del maldito marketing moderno son los productos de calidad a buen precio que desaparecen sustituidos por otros de inferior calidad y más caros. Tengo dos ejemplos curiosos de este fenómeno. Como que me gusta mucho la fruta voy con frecuencia al Mercado de la Boquería en Las Ramblas porque es un lugar agradable y porque se supone que allí se compra la mejor fruta de Barcelona. Voy siempre al mismo puesto y en una ocasión le pregunté a la matriarca de la familia propietaria del puesto porque desaparecen del mercado algunos tipos de fruta, refiriéndome en concreto a unas manzanas sensacionales que comía con frecuencia hasta hace unos diez años. Eran unas manzanas muy feas, en catalán las llamamos “Pomes de Terra”, manzanas de tierra como en francés llaman a la patata porque es lo que parecían, pero con un intenso y espectacular gusto a manzana. La señora me dijo que las Pomes de Terra y otros tipos de fruta excelente y barata habían desaparecido porque los consumidores hoy día se fijan en el tamaño, más bien grande, y en el color y estética de la fruta y rechazan la fruta pequeña y fea, por más buena que sea, y añadió que en el mercado están convencidos que la razón son los spots publicitarios que aunque no sean específicamente de fruta, en ellos solo aparece fruta grande y preciosa, e instintivamente los consumidores quieren lo que sale en los anuncios aunque no sea lo que anuncian y aunque no sepa a nada.
Hace unos días cambié una estantería metálica triple que tenía en la pared de la bañera porque su estructura estaba oxidada. Como que no encontraba ninguna igual no me quedaba más remedio que instalar dos o tres estanterías más pequeñas, y pensé que para evitarme todo el lio podía aplicar a la estantería metálica un recubrimiento con que había pintado hace bastantes años piezas metálicas oxidadas, que quedan de color negro pero el óxido desaparece y la pieza queda totalmente protegida contra el óxido, pero el encargado de la ferretería a la que voy siempre me dijo que ya no estaba en venta y me explicó la razón. Resulta que una filial norteamericana de Henkel desarrolló un producto similar pero de inferior calidad y bastante más caro pero pronto comprobaron que en España y algún otro país europeo no se vendía suficientemente bien y descubrieron la razón. Al cabo de unos tres años, al principio de la crisis, la empresa que fabricaba el recubrimiento de calidad tuvo problemas financieros (no me extrañaría nada que a causa de alguna llamada a algún banco) y finalmente fue adquirida por la filial norteamericana, pero en vez de vender el producto de calidad lo suprimieron y continuaron con el producto inferior desarrollado por ellos, que el encargado de la ferretería me desaconsejó porque en sus propias palabras es una “porquería”. ¡¡Viva el marketing, el liberalismo a lo bestia, y la dictadura de las multinacionales!!.
Estoy cada vez más convencido que los políticos, banqueros y multinacionales que nos han impuesto el liberalismo bestia son marxistas, porque están empeñados en que la crisis y colapso final del capitalismo tal como Karl Marx los predijo acabe siendo cierta.