Revista Cine

Maldito teléfono

Publicado el 27 junio 2011 por Josep2010

No descubro nada a ninguno de los amabilísimos lectores de este bloc de notas si aseguro públicamente que no me inclino por gastarme los cuartos viendo películas de miedo. No ya de terror: ni siquiera de miedo.
Han sido contadísimas las ocasiones en que he visto películas cuya motivación principal es la de alterar el sistema nervioso del público que usualmente disfruta con esa agitación y luego asegura sentirse mucho más relajado.
Supongo que será cosa adrenalínica pero esas estimulaciones no cuentan en principio con mi afición, aunque tampoco es que me vaya a largar corriendo del cine cuando me pillan in fraganti o, sinceramente, despìstado cual pulpo en un garaje y metido en una sala de cine repleta de buenas gentes dispuestas a asustarse y pasarlo en grande exudando emociones y soltando grititos.
No me voy corriendo por vergüenza, claro. Porque cuando me pillan, paso un miedo tremendo. Y sufro. Y no me acaba de gustar: ocasionalmente, reconozco, después, que no había para tanto...
Fred Walton se estrenó como director de cine llevando a la pantalla un guión que había escrito él mismo con la colaboración de Steve Feke en el que se contaban una serie de sucesos causados por un psicópata. la película se tituló When a Stranger Calls se rodó en 1979 y se estrenó en España con el título de Llama un extraño.
Maldito teléfonoSus primeros veinte minutos me dejaron tan impresionado que, tiempo después, todavía andaba yo buscando por todas partes una copia en VHS para verla con calma.
(VHS significa vídeo grabado en una cinta magnética, como las de las cassetes, pero más ancha. Esto, los cassetes eran.... ¡vale ya! trastos viejos, ¡caramba!)
En ese inicio Walton demuestra un oficio que luego fue desapareciendo, empezando ya en el minuto 22. Empieza la historia con una joven que va a cuidar a unos niños a su casa porque los padres se van a cenar y luego quizás al cine: los niños están ya dormidos y es mejor que no les moleste ni les diga nada a menos que se despierten. La joven Jill (Carol Kane) se dispondrá a estudiar en el salón de la casa cuando empieza a recibir llamadas de un hombre que al parecer la está observando, con mensajes parcos y quedos pero cada vez más amenazantes.
Únicamente con la estupenda actuación de Carol Kane y la voz del extraño al teléfono, Walton sabe crear un crescendo de tensión que, hace años, me dejó recuerdo imborrable. El uso de la iluminación, el emplazamiento de la cámara con enorme profundidad de campo incluyendo las sombras de la casa, las luces que entran por los ventanales y la martilleante música de Billy Preston y Dana Kaproff consiguen crear un desasosiego no exento ciertamente de trampa, pero efectivo al máximo y sin acudir al típico susto sonoro ni al montaje sincopado tan frecuentes en cintas del género.
Si en los primeros veinte minutos el peso de la acción cae sobre la muchacha, a partir de entonces y previa elipsis cinematográfica, lo que ha empezado como una cinta de miedo o de terror suave se reconvierte en una policial, ya que sabremos que han pasado siete años y que el extraño que llamaba fue calificado como demente, absuelto de culpa criminal y encerrado en un sanatorio del que, claro, acaba de escaparse. Y el que hace siete años fue el teniente de policía que le detuvo, John Clifford (Charles Durning) es ahora un detective privado que procurará por todos los medios hallarle y dejarlo fuera de combate.
En el segundo tercio Walton, a la vez director y guionista, pierde la oportunidad de profundizar en la compleja mente del perturbado Curt Duncan (Tony Beckley) y a pesar de contar con esos dos buenos intérpretes, se inclina por un tratamiento de la trama que apunta a la figura del justiciero tan en boga en algunos productos comerciales de baja calidad aunque sin caer en el uso de la violencia excesiva y gratuíta de algunos. Mantiene la tensión pero el ritmo se le va un poco abajo, hasta que, llegado el último tercio, recupera el brío con la presencia de Jill Johnson, ahora ya casada y madre de dos hijos, que de nuevo recibirá una llamada de un extraño cuya voz no ha podido olvidar....
Esta película ha permanecido en mi memoria durante tres decenios principalmente por la sensación de agarrotamiento que me produjo asistir a la proyección de sus primeros veinte minutos en la sala oscura: verla ahora de nuevo en casa no ha sido lo mismo, cierto, a pesar que sigo asustándome con cierta facilidad y siguen sin gustarme las de miedo. Seguramente para el cinéfilo acostumbrado a las películas de terror la sensación será distinta, pero habiendo comprobado que hace escasos cinco años se rodó un refrito que al parecer no obtuvo demasiado éxito, he pensado que quizás pueda resultar interesante su revisión para comprobar cómo es posible cargar de tensión el ánimo del espectador -e incluso llegar a producirle la adrenalínica sensación de miedo- sin necesidad de que se vea en pantalla sangre, ni agresiones, ni montajes sincopados, ni ruidos atronadores e inesperados, sencillamente iluminando con naturalidad y emplazando la cámara en el lugar adecuado y, naturalmente, contando con la colaboración de un buen editor como Sam Vitale que ayuda a cortar lo innecesario dejando un metraje ajustado de poco más de hora y media, suficiente para conseguir lo que se buscaba: un entretenimiento digno que, mira por donde, consiguió casi treinta dólares de beneficio por dólar gastado en la producción. Ahí es nada: ya lo quisieran muchos.
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