Hay coincidencias históricas, como el 50 aniversario del inicio de la construcción del Muro de Berlín y el 85 del nacimiento de Fidel Castro, caracterizadas por el terror y la miseria que generaron, cuando prometían un mundo hermoso y justo.
En España debería irritar a los demócratas antifranquistas que Gaspar Llamazares y similares critiquen a Franco y que simultáneamente defiendan el comunismo de Fidel y de la Alemania del Muro.
Demócratas son los que rechazaron por igual al General y a su cara contraria, aunque peor, el socialismo real soviético, que aún mantiene su totalitarismo en Corea del Norte, Cuba o China, de horrible a menos espantoso en este orden.
Cuando se oye a Llamazares, Cayo Lara, Carrillo y a los neocomunistas y progresís irritados modelo Willy Toledo defender el régimen de esos ancianos sanguinarios que son los Castro, o alabar a la República Democrática Alemana que construyó el Muro, los demócratas deberían advertir: ¡Atención: esta gente es peligrosa!
Pero, no. Nadie grita: ¡Cómplices de dictadores, aspirantes a criminales! Ni la derecha se atreve, para que no la acusen de franquista, lo que ya no es.
Esos falsos progresistas están imbuidos de un halo de virtud que se perpetúa porque si se les señala como peligrosos totalitarios, contraatacan llamando franquista a quien los define, aunque haya pasado años en las cárceles de Franco.
El Muro de Berlín, que no es como los fronterizos para que no entren inmigrantes o terroristas, fue construido para que nadie huyera del Paraíso Socialista hacia la libertad. Allí fusilaron a 136 seres que querían irse, para sufrir en el Horrible Capitalismo.
Los que siguen defendiendo a Fidel, y la dictadura, la miseria, y el dolor del comunismo y el Muro, merecen que se les grite, como Quentin Tarantino a los nazis, ¡Malditos bastardos!
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SALAS