Revista Cultura y Ocio

Malditos fantasmas.

Publicado el 11 febrero 2015 por Janire Fernández

No podía más. Todos los fantasmas de lo que deseaba que se convirtiera en un pasado muy lejano, empezaron a agredirme con recuerdos y sentimientos que hasta ahora había conseguido bloquear con mi muro de piedra "irrompible". Sentía unas ganas tremendas de llorar, pero no iba a consentirlo. No podía rendirme con todo lo que había conseguido hasta ahora. Intenté concentrarme en aquello que la profesora nos había mandado, pero los malditos fantasmas no me lo iban a dejar tan fácil: me atacaron con un fogonazo de dolor y tristeza que no tuve tiempo de esquivar. Sentí un leve cosquilleo en la nariz. Oh, no. Me la froté con el puño, pero era demasiado tarde: se me había estrechado la garganta y las primeras lágrimas cubrían mis ojos. No. No podía llorar. No en ese momento. Pero tenía expulsar a todos y cada uno de aquellos monstruos que me tenían prisionera. Entonces, dibujé dos ojos. Dos ojos que sí pudieran llorar. Dos ojos cuya mirada atrapaba el dolor y no lo dejaría escapar. Dos ojos a los que se le permitieran caer cuando yo debía mantenerme en pie. Dos ojos que permanecieran libres mientras yo me escondía tras el frío muro de piedra.


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