La anestesia ante el dolor (más espiritual que físico), debe de salir
siempre de nuestro interior, ya que, caer en el uso (y abuso) habitual de
diversos elementos calmantes, acabará
creando, sobre todo en los mentalmente más débiles (o especialmente sensibles a
los reveses de la adversidad), una adicción profunda, que terminará
convirtiendo a la persona en esclavo de su (supuesta) medicina.
Lo que en principio parecía ser el remedio infalible, se convierte irremediablemente en el problema, una vez transcurrido el tiempo, y en muchas ocasiones se transforma por desgracia, en un asunto complicado y de muy difícil solución.
Fran Laviada