por Julen
Bueno, en realidad, ¿para quién no? La pregunta encierra una pequeña (o gran) perversión porque siempre pienso que los malos tiempos son, por supuesto, mucho peores para las capas con menos recursos de nuestra sociedad. Entonces, ¿por qué preguntarse si son malos tiempos para los jefes en particular? Bueno, es una reflexión que creo que la crisis ha actualizado. Me refiero al rol que desempeña ese conjunto de personas a quienes definíamos como “jefes”.
Los despidos hace ya tiempo que comenzaron a afectar también a este grupo de profesionales. En gran parte a quienes pululaban por las capas intermedias. Personas que no habían llegado a la zona de confort del despacho y la moqueta pero que habían abandonado la trinchera donde sucedía el fuego real. Los buenos tiempos engordaron, cómo no, estos territorios entre líneas: los mandos intermedios. Y así llegaron a conformar una casta de individuos que hasta tenían su capítulo en los libros clásicos de management.
Ahora, con la fiebre por estilizar la figura de las empresas en torno a las caderas y eliminar grasa de la barriguita, les toca también a los jefes. Claro que mejor estar ahí que no en la cadena de montaje esperando a si en las altas esferas aciertan y nos traen carga de trabajo. Al menos en la zona intermedia supongo que se dispone de algo más de perspectiva -no se cuánta, la verdad- y que las orejas de lobo son más fáciles de distinguir.
No sé si el futuro del management pasa por eliminar esta figura. En las organizaciones ¿modernas? se la ha regateado de mil maneras: ahora son coordinadores, líderes, facilitadoras… cualquier cosa menos jefe. Nada de jefe de personal… arrjjjjj, Diosss, qué cosa más poco cool, por favor. Ya, pero ahí estaba. Algo parecido a “jefe” o por lo menos, en la órbita de lo “intermedio”, en arenas movedizas y sin una clara referencia.
Normalmente cuando las organizaciones son pequeñas a nadie se le ocurre pensar en “mandos intermedios”. No hace falta. Es la dimensión la que los saca a escena. ¿Cómo coordinar, controlar, motivar, evaluar y no sé cuántas cosas más? Como quiera que en la curva de distribución normal de los humanos, habrá una cuadrilla de facinerosos, el sistema necesita que otro humano ejerza un poco de orden. No vaya a ser que la parte facinerosa contagie a la que no lo era. El jefe policía, un clásico.
Pero, claro, las organizaciones se licúan, se escapan por las rendijas que quedan entre las cajas de los organigramas. En esas zonas sin control ni gobierno, la vida organizativa fluye con sus propias reglas. La gente puede acceder a información directa sobre su trabajo sin que venga el Sr. Jefe a contarlo. Y cada vez que una figura humana ejerce un teórico control sucede que la toma de decisiones se ralentiza: podíamos haberlo decidido y ejecutado antes, pero como tenías que venir y aprobarlo, esperamos a ello. Ahí te han dado.
Ahora, además, la búsqueda de culpables de la mala gestión parece que asciende peldaños y mira ya sin disimulo a los altos directivos, incluso de empresas públicas. Pero eso es harina de otro costal. Ahí todavía funcionan los arabescos laterales, las influencias, los blindajes de todo tipo y un sentimiento corporativo que plantea defensas numantinas ante las hordas invasoras de eficiencia y productividad. Las baterías antiaéreas de la alta dirección están preparadas para repeler el ataque. Y si hay que sacrificar a algún individuo en la refriega,vale, se hace. Pero que sea simbólico y que sirva para evidenciar que ya se eliminado la manzana podrida.
Eso sí, la cosmética cada vez lo tienen más complicado para maquillar la realidad: en muchos cestos había un porcentaje excesivo de manzanas podridas. Y no sé si citando de nuevo a la curva normal ese porcentaje de chorizos resulta que será igual que entre los curritos, pero el daño que unos y otros han hecho puede que no sea comparable. Pobres jefes. El mundo se pone en su contra.
Autor Julen
De la margen izquierda de la ría, en el Gran Bilbao. Estudié psicología y siempre me he movido alrededor de las empresas y las organizaciones en general. Con una pasión confesa: la bici de montaña.
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